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"Derecha jamás"

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Derecha jamás" se lee en paredes de Montevideo. El lema se parece como dos gotas de agua al propósito de "Izquierda jamás" que enardeció a la dictadura militar.

Derecha jamás" se lee en paredes de Montevideo. El lema se parece como dos gotas de agua al propósito de "Izquierda jamás" que enardeció a la dictadura militar.

Y si a algo no se parece es al Uruguay de la Constitución, que siempre le iluminó el camino al individuo y al Estado, a la iniciativa privada y a la socialización, al empleador y al empleado, al correligionario y al adversario. No se parece a la vocación de un Vaz Ferreira por armonizar libertad y seguridad ni a nada de nuestro credo cívico, abierto a lo que vendrá.

"Jamás" es una palabra-límite. Suena a valla infranqueable y huele a sujeción del contrario.

"Derecha" es un adjetivo locativo que se hizo político cuando, a comienzos de la Revolución Francesa, el 27 de agosto de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente los afines a la monarquía -conservadores- se sentaron a la derecha y los más levantiscos a la izquierda. Tras la irrupción del capitalismo y el marxismo, la voz "derecha" se usó peyorativamente y se convirtió en comodín acusatorio.

Pero ya que hay almas que creyéndose dialécticas y relativistas, se apoyan en la rotundidad de un "jamás" y que proclamándose "progre", se empecinan en usar motes rancios, ayudémoslas a evitar que se confundan. Repasemos el conservadurismo de derecha tal como es hoy, para que nadie lo vote engañado.

De derecha es imponer Ministros a pesar de su gestión y de la opinión de la gente, con toqueteos al Poder Judicial y proclamación de que la política está por encima del Derecho.

De derecha es embelesarse con un magnate financiero como Soros y hacerles favores a los inversores en minería a costa del medio ambiente, para esperar veinte años a ver qué sucede.

De derecha es acostumbrar al pueblo a caminar indiferente al lado de pordioseros, drogadictos y miserables que duermen en las calles, y, al mismo tiempo, insensibilizarlo ante las rapiñas y asesinatos.

De derecha es admirar dictaduras y totalitarismos, impedir que los precandidatos debatan al aire libre y enojarse porque se filtra la acusación del Vicepresidente de la República de que un dirigente salteño se le fue de su grupo por dinero y amañando jubilaciones.

De derecha es que el Presidente de la República arramble con la prohibición constitucional de intervenir en las elecciones y emita juicios y pronósticos para llevar agua a su molino.

De derecha es que la custodia de un candidato agreda a un periodista. De derecha es que ese candidato se sienta necesitado de circular con agentes de seguridad propios.

De derecha es -sin facultades constitucionales que lo habiliten- traer al Uruguay, sin estatuto ni ley que lo autorice, a los presos por imputación de terrorismo que ha mantenido en Guantánamo un Presidente de los Estados Unidos. que lleva más de cinco años violando su promesa electoral de cerrar la abominable cárcel sin jueces.

De derecha es resolver en la penumbra de las cúpulas en vez del viejo "molido a la vista" de nuestra tradición de libertad.
Todo eso es de derecha, pues rezuma absolutismo.

Y si por izquierda se entiende la pluralidad y el debate para el cambio, hoy es de izquierda la puja entre los múltiples precandidatos de los partidos históricos.

Ninguno se presenta como providencial ni aglutina unanimidades forzadas. Cada uno es portador de una parte importante de nosotros mismos. Ninguno atiza a la guerra de clases.

En vez de espetar "jamás", con sus matices afirman el SIEMPRE de nuestro Uruguay.

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Leonardo Guzmán

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