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Debates y silencios

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LEONARDO GUZMÁN
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Alvaro Villar le pidió una entrevista al Dr. Lacalle Pou y el Presidente le respondió que, para no hacer diferencias dentro de la tripleta, recibiría juntos a los tres candidatos del continuismo capitalino.

Álvaro Villar y Carolina Cosse plantearon debatir en televisión con Laura Raffo, quien aceptó: se declaró dispuesta a discutir con ambos más Daniel Martínez, sin quejarse por la desproporción 3 a 1 y sin reclamar formato especial.

Anteayer el Frente Amplio le bajó el pulgar a las dos iniciativas. No habrá visita al Presidente ni debate.

Es visible que dentro de su lema, la mordaza perjudica más al desafiante interno, Dr. Álvaro Villar, que a los otros dos postulantes, los cuales -a contramano de las acusaciones de Adeom y del despilfarro en el Antel Arena- parecen llevar la delantera.

Es una vergüenza que en vez de polémicas amplias, esclarecedoras y mano a mano, en cada temporada electoral se nos instale como noticia la posibilidad de que quizás los principales postulantes lleguen a contender ante cámaras y micrófonos… para después decirle a la ciudadanía que se estaba apenas amagando. Con lo cual en esta democracia con protagonistas mochos, lo que realmente se debate en cada torneo comicial es, a gatas, la eventualidad de que haya debate… con la negativa asegurada.

En el caso, Mario Bergara, Yamandú Orsi y unos cuantos más discreparon públicamente con lo resuelto. Aleluia. Sensatos quedan. Y hay que celebrarlo por encima de los lemas, por cuanto el asunto trasciende lo político partidario y precomicial, pues afecta directamente el modo institucional de convivir en nuestra casi tricentenaria Montevideo.

Hace décadas perdimos la costumbre de ver cómo los candidatos nacionales y departamentales se prestaban naturalmente a la confrontación personal, con una espontaneidad que se perdió en lontananza. Tanto perdimos la costumbre, que casi nadie repara en que solo huyen de los debates los que le tienen miedo a las razones ajenas.

Eso debilita directamente la calidad de la participación ciudadana y achata el horizonte democrático de las nuevas generaciones, ante las cuales las elecciones parecen más una pugna publicitaria por el poder que una decisión sobre personas, actitudes, proyectos, programas y opciones de vida.

Laura Raffo condenó lo que bien llamó “Pacto de silencio” sellado por el Frente Amplio. Señaló que “se olvida del ciudadano, no respeta su derecho a estar informado y no respeta su libertad”. Tiene razón en eso. Y la tiene también cuando muestra que “el espíritu de este pacto” es el de “un Frente Amplio que le dice a sus candidatos lo que pueden y lo que no pueden hacer. Al que quiere debatir le dice que no, al que quiere reunirse con el Presidente le dice que no”. En otras palabras: no cree en la libertad ni siquiera para sus propios postulantes.

Lo cual nos indigna, pero no puede sorprendernos.

Porque esta decisión de tumbar el debate entre las dos coaliciones es digna hija del atentado institucional que perpetró el Frente cuando colocó el isotipo “Montevideo mi casa”, arrumbando el escudo artiguista con su noble mandato: “Con libertad no ofendo ni temo”.

Y por encima de izquierdas y derechas, eso no puede sernos indiferente.

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