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Ciencia y reflexión

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LEONARDO GUZMÁN
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Solo elogios y aplausos merece la desinteresada colaboración en la lucha contra el Covid- 19 que entregaron a la República los integrantes del Grupo Asesor Científico Honorario. Trabajaron sin cintillos. Todos recibimos el beneficio de su actuación.

Por ende, la ciudadanía debió apoyar por unanimidad el homenaje que convocó el gobierno nacional para diez días después de concluir el GACH, coincidente con la acentuación del retroceso de los contagios. Y puesto que no se podía aglomerar a la ciudadanía en general, al acto oficial debieron ir todos los invitados, sin retrogustos ni reservas.

Pero no. La Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR) prefirió faltar a la cita y objetar que “la realización del homenaje de forma presencial en este momento no es un hecho aislado, sino la culminación de una sucesión de eventos en que el gobierno ha desconocido el aporte de la comunidad científica y académica”. A su vez, la Intendenta de Montevideo dijo compartir los fundamentos de ese comunicado y publicitó su ausencia.

Se perdió así la oportunidad de unirnos en una actitud levantada, celebrando por todo lo alto lo bueno y noble que se consiguió en medio de un duelo colectivo, donde nadie pudo cantar victoria pero donde el Uruguay está sensiblemente mejor parado que países más grandes y fuertes de la región y del mundo.

Se perdió la oportunidad de rodear todos juntos a los científicos, no por haber transmitido lo que ya supieran sino por salir a la descampada, a hurgar entre misterios y fragmentos, dando ejemplo público de un pensar vivo, escrutador, propio de la docta ignorancia que enseñó Nicolás de Cusa.

Se perdió la oportunidad de mostrar a las nuevas generaciones que discrepar sobre cómo restablecer la presencialidad, no es tema para dogmas ni fanatismos. (Tanto no lo es, que la misma autoridad departamental que da por mal convocado el homenaje en la sala Adela Reta rehabilitó los paseos peatonales de fin de semana y no movió un dedo para evitar manifestaciones en 18 de Julio por la entrega de firmas contra la LUC.)

Felizmente, estas fisuras públicas son mucho menos relevantes que los buenos resultados de las grandes coincidencias que nos tienen a la cabeza en ritmo y efectos de la vacunación.

Felizmente también, al imponernos la pandemia un test histórico hemos confirmado la importancia de tener núcleos de investigación científica que le permitan al país generar respuestas propias, incluso ante azotes mundiales manejados desde centros de poder. El Uruguay, siempre llamado a construir rutas propias, debe recordar que los países que no tienen investigadores científicos no llegan a ser soberanos. Lo vieron claro quienes impulsaron hace un siglo al Instituto Alberto Boerger, La Estanzuela; y lo vio claro Jorge Batlle cuando pagó la deuda con Francia radicando en el país al Instituto Pasteur, en un costado de la Facultad de Ciencias.

Y felizmente también, ni los peores momentos de la tragedia nos empujaron a convertir a la ciencia en dogmatismo y a los científicos en límites para nuestra intransferible responsabilidad de pensar y decidir nuestros pasos. Loor al gobierno que abrió y sostuvo la ruta de la libertad responsable.

Los que critican esa noble decisión es porque, a fuerza de aplaudir populismos despóticos, les cuesta entender y sentir la libertad.

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