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Borrasca en la Justicia

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Impresiona la virulencia con la que como Fiscal General de la Nación, se despachó el Dr. Jorge Díaz sobre la Magistratura judicial. Arremetió contra las Ferias y reclamó un horario para la permanencia mínima de los jueces en las oficinas.

Ignoró la función ordenadora y serenante de cada Feria. Olvidó que las sedes penales sufren jornadas sin tope cada vez que lo exigen las indagaciones y los plazos constitucionales; y que muchas veces los magistrados civiles dejan de dormir para redactar sentencias, escudriñando oscuridades y apartando sofismas. Habló de la funcionalidad, sin reparar en el sacerdocio que ejerce tanto el Juez de Paz, abocado a líos entre condóminos, como el Juez Letrado que repasa ristras de desgracias y horrores.

El cargo “Fiscal General de la Nación” fue creado en la ley 19.334 por apartamiento de los arts. 168 inciso 13 y 246 de la Constitución -que instituyen un Fiscal de Corte y no General- y por paradojal acercamiento al nomenclátor y al mo

Impresiona la virulencia con la que como Fiscal General de la Nación, se despachó el Dr. Jorge Díaz sobre la Magistratura judicial. Arremetió contra las Ferias y reclamó un horario para la permanencia mínima de los jueces en las oficinas.

Ignoró la función ordenadora y serenante de cada Feria. Olvidó que las sedes penales sufren jornadas sin tope cada vez que lo exigen las indagaciones y los plazos constitucionales; y que muchas veces los magistrados civiles dejan de dormir para redactar sentencias, escudriñando oscuridades y apartando sofismas. Habló de la funcionalidad, sin reparar en el sacerdocio que ejerce tanto el Juez de Paz, abocado a líos entre condóminos, como el Juez Letrado que repasa ristras de desgracias y horrores.

El cargo “Fiscal General de la Nación” fue creado en la ley 19.334 por apartamiento de los arts. 168 inciso 13 y 246 de la Constitución -que instituyen un Fiscal de Corte y no General- y por paradojal acercamiento al nomenclátor y al modelo jurídico-político estadounidense.

El cambio vino con la transformación del Ministerio Público en Servicio Descentralizado. En cada generación se reencarna la ilusión de mejorar los resultados cambiando nombres, reformando procedimientos y redistribuyendo poderes. Esa ilusión ignora que ningún nombre mágico, ningún sistema orgánico y ningún procedimiento lógico -silogismo, algoritmo o el que fuere- garantiza el buen criterio, la sensatez y la afinación del hombre que hace Derecho desde el fondo de su ser, sin reducirse a mero “operador del sistema” como ahora mal se dice .

Pues bien. Han bastado menos de diez meses de la promulgación de la ley para que la nueva estructura viva en estado de conflicto. Ha sido atacada por inconstitucionalidad desde su origen -recurso del Dr. Enrique Viana Ferreira, bajado a Fiscal de Menores- y por la derogación genérica de sus competencias civiles con desprotección de menores e incapaces -recurso del Dr. Ricardo Perciballe, reducido a Fiscal de Aduana.

En esos raleados diez meses, el director del Servicio ha entrado en tensión con múltiples fiscales que se sienten injustificadamente desplazados a cargos de inferior jerarquía. Y, por si fuera poco, ahora la emprende con los jueces, al punto de suscitar que la Asociación de Magistrados Judiciales respondió que no va a “tolerar que se menoscabe el buen nombre y desempeño del Poder Judicial”, mientras el ministro Chediak salió al cruce con un tajante rechazo a la injerencia.

Pues bien. Este no es el clima en que debe cultivarse el Derecho. Ya es bastante desgracia entrar a juzgados donde los encargados de impartir justicia reciben a litigantes y testigos con el reclamo de que se les pague lo que les dio la ley y les niega el Poder Ejecutivo. Ya es bastante anómalo que los propios fiscales deban plantear la inconstitucionalidad de normas propiciadas por su jerarca. Si a eso le agregamos la crispación de relaciones con el Poder Judicial, completaremos un tomo más del desbarajuste institucional que nos aqueja.

Porque cuanto tenemos para dolernos por la Justicia -que no es poco- se corregirá sólo si luchamos por profundizar conceptos en vez sembrar alarmismo contra un servicio que es el último reducto de la cultura que aún nos queda.

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Leonardo Guzmán

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