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La tiranía del statu quo

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ANÍBAL DURÁN
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Entiendo que la frase del título de esta prosa pertenece a Milton Friedman. Y cuánta esencia existe en la misma. Alude a lo que nos cuesta cambiar, al espíritu conservador y anquilosado, que ve como la vida pasa frente a sus narices y la inercia le va ganando el partido.

Nos da temor subir la vara para imaginar otras soluciones a los problemas cotidianos. Aguzar la imaginación, estimular respuestas creativas para problemas añejos, parecería que no están en el menú (o no lo estaban).

Dice el economista argentino y colaborador de esta página Alberto Benegas Lynch (h) que hay que evitar el complejo de culpa de ser diferente, si es que realmente se quiere ser diferente.

Muchas veces las medidas osadas no están en el radar y el temor a equivocarse nos gana la partida.

El gobierno que nos rige viene siendo disruptivo, esa palabra que junto a “protocolo”, se ha puesto de rigurosa moda.

En primer lugar con algo que luce banal pero es medular: cumpliendo lo que prometió en campaña. La ley de urgente consideración, a vista y paciencia de toda la ciudadanía antes de asumir el gobierno, era una norma comentada. Incluso, escuchando la opinión de integrantes de la coalición oficial y también del sector opositor, suscitó cambios y luego fue votada. La antítesis de la mano enyesada, donde el diálogo se sustituye por la verticalidad del mando y el margen de discusión es inexistente. Antirrepublicano, sin vueltas.

Un republicano accede al poder, no por colmar un ego personal o dotarse de mando creyéndose que el cielo está al alcance de la mano. Un republicano como Lacalle Pou accede al poder para consolidar la protección de los derechos de los gobernados, muy lejos del simple apetito de dominación. El republicano se siente un servidor, seguramente el mejor pago de todos los servidores del pueblo, pero a quien le debe respeto y coherencia en su accionar.

El político republicano no aboga por los nacionalismos y sus xenofobias y tiene cabal conciencia de que su poder no es absoluto, que debe someterse a los designios de la gente, por lo que es inconcebible en su pensamiento la peregrina idea de administrar vidas ajenas como si fueran objetos inanimados.

La concentración de poder supone una gran dosis de ignorancia, como sucede con todos los tiranos. Basta escuchar a Maduro breves segundos, para anhelar una llamarada de misericordia para el sojuzgado pueblo venezolano. Dicen que nuestros hermanos argentinos van hacia dicho rumbo. La presencia de la “señora” será siempre un factor distorsionante, donde el abuso, la corrupción y la mentira, centran la actividad política.

Gobierno de ladrones de libertades, sueños de vida y propiedades, parafraseando también a Benegas Lynch.

Con la excusa de defender los derechos de los gobernados, los gobiernos seudodemocráticos se transforman en una maquinaria que conculca derechos, se repiten consignas carentes de contenido y se dan como verdades reveladas, situaciones que coliden con la moral y las buenas costumbres.

Porque además un accionar republicano, donde la libertad es de esencia, genera una condición que es imprescindible para cualquier gobierno: confianza. Esa confianza que no se compra en la botica y que es resultado de una conducta en consonancia con lo prometido, donde se le habla al pueblo con la franqueza imprescindible y se asumen los errores sin buscar responsables donde no los hay.

Un republicano tiene un gobierno de puertas abiertas, viene sucediendo, donde los oídos bien despejados le hacen escuchar propuestas que un soberbio minimiza y soslaya.

El presidente Vázquez Rosas no dialogó con la oposición en su último gobierno.

Y hoy hace apariciones furtivas vía zoom menoscabando a aquél, en una actitud que no está en consonancia con el cargo jerárquico que supo ostentar. Y dejando la friolera de 516.000 pobres al terminar su mandato, según la profesional consultora Ceres, cuando en apariencia el discurso que se repite es, velar por aquellos… Hay que tener un poco de autoridad moral para fustigar y hacer un ejercicio de autocrítica.

El comenzar a ser bien meticulosos con los dineros de los ciudadanos, el no subir impuestos producto precisamente de despilfarros irracionales, el comunicar con frecuencia los avatares que suceden en el país y no solamente sobre la pandemia, la transparencia que se exhibe sin menoscabo de asumir responsabilidades, forman parte de esa ruptura de lo “acostumbrado” y generan precisamente esa confianza a la cual aludíamos.

Romper el statu quo es no creerse omnipotente. En épocas del imperio romano, luego de que un emperador venía de ganar una batalla, un esclavo se acercaba y le susurraba una letanía en el oído: “recuerda que eres solo un hombre”. Lacalle Pou demuestra cabal conciencia de que los cantos de sirena no lo distorsionan.

Y mañana que ganen la libertad y los partidos que la representan.

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