Si hay una cualidad destacable en el futuro Presidente de La República es la forma como maneja el poder político. Como experto jugador de ajedrez, en apenas dos movimientos Vázquez acomodó el tablero para los próximos cinco años.
Si hay una cualidad destacable en el futuro Presidente de La República es la forma como maneja el poder político. Como experto jugador de ajedrez, en apenas dos movimientos Vázquez acomodó el tablero para los próximos cinco años.
Primero alineó la compleja interna dentro del Frente Amplio y nombró el gabinete sin respetar el resultado electoral ni consultar a los líderes de los distintos grupos de la coalición. Luego, convocó a los partidos de la oposición con representación parlamentaria a su comando electoral y ese mismo día —como si se tratara de una consulta médica—, atendió a los delegados de los cuatro partidos. Si bien la prensa interpretó el gesto de Tabaré Vázquez, como una señal de apertura al diálogo con la oposición, diferente a la postura que había tenido en su primer gobierno, la propuesta realizada es apenas un “saludo a la bandera”. En efecto, Vázquez olvida que los partidos de la oposición representan al 50% de la ciudadanía y que los entes autónomos y servicios descentralizados, están gobernados por órganos colegiados, precisamente para que exista en ellos una representación acorde al resultado electoral.
Pero lo más grave de todo, es la forma como el futuro Presidente decidió tratar a los representantes de los partidos de la oposición, comunicándoles que estaban a disposición 24 cargos para los cuatro partidos y que entre ellos, tenían que ponerse de acuerdo en cómo repartirlos. Es como si hubiera colocado 24 cargos en una piñata de cumpleaños, con una leyenda que dice “arréglense entre ustedes”.
Más allá de lo que puedan significar los cargos políticos para los partidos de la oposición, no puede perderse de vista que el futuro Presidente ha resuelto gobernar de espaldas a la mitad de la población.
Y no me refiero a que 24 cargos sean insuficientes, si no qué se los distribuye de forma tal, que en ninguno de los entes u organismos donde debería participar la oposición, tendría la más mínima posibilidad de incidir en la gestión. Y si esto fuera poco, Vázquez decidió excluirlos de la salud (ASSE), la educación (ANEP) y el BPS, argumentando que en la dirección de estos organismos existe la denominada representación social.
La realidad, es que al excluir de esos tres organismos a la oposición, el gobierno se asegura que en cualquier caso y circunstancia va a tener la mayoría. De esta forma se impide que los representantes de los docentes en el Codicen, los representantes de los trabajadores, empresarios y pasivos en el BPS y los representantes de los usuarios y los trabajadores en ASSE, puedan formar una mayoría votando con el representante de la oposición.
En el mismo sentido, al otorgar un solo cargo a la oposición en los directorios de los entes con cinco miembros, el gobierno se asegura las mayorías especiales de cuatro votos que las leyes orgánicas de los diversos organismos exigen para las decisiones más trascendentes. En definitiva, ni la oposición ni los representantes de los sectores sociales que por ley integran los directorios de algunos entes, van a poder incidir en la gestión de los mismos, ya que su labor será la de meros veedores.
En cuanto al control del gobierno, el objetivo de la oposición debe centrarse en custodiar desde el Parlamento la independencia del Poder Judicial y del Tribunal de Cuentas, que son quienes controlan la legalidad de la actividad de la administración.