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En la recta final

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Estamos doblando el codo y por entrar en la recta final de la campaña por las elecciones departamentales y muchos dirigentes políticos no han comprendido aún algo que la gente común ya ha asimilado hace tiempo.

Estamos doblando el codo y por entrar en la recta final de la campaña por las elecciones departamentales y muchos dirigentes políticos no han comprendido aún algo que la gente común ya ha asimilado hace tiempo.

En las elecciones departamentales, donde no están en juego grandes variables filosóficas o ideologías políticas sino la honestidad de los candidatos y la capacidad de gestión para recoger los residuos, arreglar los pozos de las calles, (abstenerse de improvisar corredores viales disparatados) y otras tareas municipales por el estilo, se hace necesario más que nunca establecer alianzas electorales para conseguir el acceso legítimo a los lugares desde donde esos menesteres se pueden efectivamente ordenar.

La gente de varios departamentos ya aprendió, en las elecciones pasadas, la instrumentación práctica -a veces ingeniosa- del cálculo electoral y se comportó con la libertad que ese aprendizaje otorga, sin que nadie le dijera nada unas veces y otras a pesar de las indicaciones en contrario de sus obcecados dirigentes. En San José votaron a los blancos y en Salto a los colorados. En San José hay un intendente blanco y en Salto uno colorado.

Se trata de un comportamiento electoralmente razonable de parte de ciudadanos que interpretan las elecciones departamentales como una oportunidad de conseguir mejoras concretas para su ciudad o su pago, más que ocasión de manifestar su lealtad partidaria o identidad política. Mejor dicho: sin menoscabo alguno de sus respectivas lealtades o identidades partidarias.

El sistema electoral del Uruguay fue modificado en la última reforma constitucional. A partir de ese cambio, que instituye el balotaje como paso final de un proceso de lógica binaria que culmina en una confrontación de dos y solo dos, las masas partidarias de los partidos históricos se han acostumbrado a las alianzas electorales entre lemas. Ya llevan tres elecciones haciéndolo, sin que por ello se haya resentido la nitidez de las identidades partidarias. Los votantes de la izquierda ya habían asumido esa conducta hace muchos años con visible provecho para su causa.

Esa reforma electoral no impone la obligatoriedad de las alianzas electorales cuando se trata de las elecciones departamentales, pero los hábitos adquiridos y las fundamentaciones ya asimiladas por la gente, habrían de facilitar las cosas en las departamentales. Sin embargo muchos dirigentes no han comprendido aún lo que la gente ya asimiló y va a poner en práctica, con o sin su anuencia.

No son de recibo las voces críticas que se levantan desde el Frente Amplio diciendo que ese modo de votar tiene como único objeto y fundamento derrotarlos a ellos y ningún otro contenido. Hoy será para ganarle al Frente y otra vez será para ganarle a otro, y de eso se trata en los cotejos electorales. Se vota -siempre- para elegir y rechazar, para que uno gane es necesario que otro pierda, se vota a favor y, en el mismo acto, se vota en contra. Solo votan para que no pase nada aquellos que saben que no tienen posibilidad alguna de ganar y lo aceptan. Se resignan a marginarse de la lucha para dejar sentada una posición principista como satisfacción residual sin efecto político colectivo.

Faltan pocos metros para la recta final de las elecciones departamentales: es de esperar que prevalezca la disposición libre y sensata de la gente en cada departamento y que los dirigentes acompañen, por lo menos en el tiro final.

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Juan Martín Posadas

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