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El INAU y las adopciones

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JULIA RODRÍGUEZ LARRETA
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Se acaba de conocer una noticia importante respecto del organismo en cuya órbita se abarca a la niñez desvalida, desde el extremo de los recién nacidos abandonados hasta los menores infractores, eufemismo que borró del vocabulario a los “infanto juveniles” de otrora aunque no de la realidad.

Desgraciadamente, por el asesinato reciente de un policía ha sido imputado un joven de 16 años.

El presidente del INAU, Pablo Abdala, anunció hace 2 días, que no les exigirán la pauta de reducción del 15% del presupuesto con relación a la ejecución 2019, que rige para otros organismos estatales. Obligación originada en el irresponsable despilfarro del gasto público en los gobiernos del FA, con cuyas consecuencias tiene hoy que lidiar el Poder Ejecutivo. A lo cual se ha sumado la inesperada montaña de erogaciones debidas a la pandemia.

Dicha buena nueva, junto con los $ 600 millones (pedían $ 1.000) asignados para el ejercicio 2020, son un alivio para la nueva autoridad que se encontró, (cuándo no) con una institución deficitaria. Una situación que no es de extrañar, dado el descuido en el manejo los dineros del contribuyente. Por ejemplo, una ONG (SAI) con la que se habían firmado 3 convenios, no rindió cuentas al organismo durante 16 meses mientras seguía cobrando las partidas correspondientes como si nada. Dinero que el INAU pagaba religiosamente, sin saber en qué, ni cómo, se gastaba. Además no se conoce aún la evaluación de quienes supuestamente supervisan el programa de adolescencia. A la vez, un funcionario que ocupaba un cargo de alta jerarquía, (fue director de un centro de adolescentes), resulta que tenía un puesto rentado en dicha ONG. La denuncia penal aconsejada por la oficina jurídica también habrá de alcanzarlo, lo mismo que un sumario administrativo. Por otro lado, el actual directorio en pleno, rescindió otro contrato con una organización que gestionaba un centro juvenil en Cerro Largo, la que durante todo el 2017 tampoco rindió cuentas del dinero que recibía. ¿Será porque nadie se lo reclamaba? Si se piensa que INAU tiene 900 convenios vigentes con ONGs, da para preocuparse. Semejante negligencia es una prueba más de la poca seriedad con que se han administrado los dineros del estado y es evidente que no todo pasa por decir que los recursos no alcanzan o que hace falta más personal. Lo que sí es necesario, es una administración eficiente y lo más difícil, sin duda, perforar el muro de la burocracia para introducir un cambio cultural.

Con este trasfondo se define la vida futura de los miles de niños que por distintos motivos han ido a parar al INAU. El número de chicos institucionalizados en relación a la escasa población del Uruguay es demasiado elevado. Así lo han advertido los informes de organismos internacionales co-mo el Comité de los Derechos del Niño de la ONU. También han llamado la atención sobre las largas demoras de los trámites de adopción. El presidente del Comité ha sido enfático respecto de la importancia del tiempo. “Cada día de internación, es pérdida de desarrollo psicosocial”. Por otra parte, estudios realizados por Unicef señalan que por cada tres meses en la institución el niño pierde un año de desarrollo. Son unos 400 los chicos declarados en estado de adoptabilidad por la justicia y alrededor de 450 las familias que han expresando su voluntad de adoptar. Sin embargo solo entre 75 y 80 de ellas están inscriptas en el registro de adoptantes, o sea, en condiciones de recibir un bebé o un menor en adopción, según ha declarado Pablo Abdala en la comisión parlamentaria, en junio pasado.

Agilizar estos ritmos es uno de los objetivos del nuevo gobierno y en la Ley de Urgente Consideración (LUC) varios artículos apuntan a este fin. Por un lado, la prioridad ha sido acortar los plazos disminuyéndolos a 18 meses, porque la extrema lentitud es una injusticia palpable hacia el niño que necesita con urgencia un hogar. Cuántas veces, el largo proceder lleva a que el niño cumpla un año, dos, tres y más, en calidad de institucionalizado. Y a medida que va creciendo, sus chances de incorporarse como hijo en una nueva familia -ya que no es buena o no existe la propia- decrecen inexorablemente. En paralelo, no es a descartar la existencia de actitudes erróneas, de esas que llevan a pensar a quienes dirigen los destinos de esta criaturas, que estas les pertenecen. Ni tampoco la ecuación materialista de algunas mentalidades, que consideran, aunque jamás abiertamente, que cuantos más niños internados haya, cuanto más menores dependan de la institución, más grande es su gravitación, así como mayor el monto de recursos que requerirá el organismo.

Antes , los chicos si no estaban en la propia institución, pasaban a manos de las cuidadoras mientras el INAU resolvía sobre los pequeños. Pero este esquema provocó complicaciones de orden laboral, a partir de que estas mujeres, para las cuales recibir niños era una vía de ingresos y no necesariamente una vocación maternal, empezaron a hacer juicios con el argumento de que eran empleadas del organismo. Hoy ya quedan pocas y lo que se ha desarrollado es el programa de las familias de acogida. En la actualidad hay unas 800 inscriptas, pero las que actúan de manera estable serán unas 200. El presidente Abdala, consciente del valor que representan, se muestra interesado en aumentar su número.

Se trata de una buena solución transitoria hasta que el niño pueda ser entregado en adopción. En Uruguay, a los que se hacen cargo de un chico les abonan una prestación y para quienes tienen bajos ingresos, este factor puede ser el que más pese. Es conveniente entonces estimular en estas acciones a más gente de la clase media, a la cual ese dinero no sea el mayor atractivo., sino la solidaridad. En otros países, lo que se estila es diferente. Pasa por una desgravación impositiva, una reducción de un punto o medio punto en los impuestos. Se elimina el intercambio de dinero. A su vez, debería volver a ponerse en práctica el programa de acogimiento parcial, que abre otras posibilidades para que los niños más grandes no pasen su vida solo dentro de la institución, pudiendo recibir mayor estipulación y aprendizajes.

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