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Futuro complicado

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El discurso de la Presidente Cristina Fernández en la apertura de sesiones del Congreso la semana pasada, en comparación a los anteriores, cayó mejor entre quienes no forman parte de sus seguidores

El discurso de la Presidente Cristina Fernández en la apertura de sesiones del Congreso la semana pasada, en comparación a los anteriores, cayó mejor entre quienes no forman parte de sus seguidores

Ya sabemos que todo es relativo en esta vida. Para empezar fue algo más corto, lo cual es siempre apreciado cuando se trata de gobernantes que acostumbran agotar a sus escuchas con interminables peroratas. En América Latina conocemos a varios que compiten en estos torneos dialécticos, siguiendo el estilo impuesto por Fidel Castro décadas atrás.

El tono fue menos agresivo y fue mayormente una exposición dedicada a ensalzar los logros de lo que ha sido la Administración K, haciendo énfasis en el desarrollo social obtenido en la década anterior . Utilizó para reforzar sus argumentos estadísticas de organismos internacionales como el Banco Mundial. Claro que las referencias en general comparaban datos basados en la crisis del 2001 y 2002. Respecto del futuro no hizo mayores anuncios, salvo hablar del gran potencial energético con el que cuenta Argentina, lo cual lleva a preguntarse porqué se sigue hablando del potencial y no de lo que se produce, como si no hiciera años que están en el gobierno, primero su marido y luego ella.

A lo que no hizo referencia justamente, (¿tal vez porque habló menos rato?) fue a grandes problemas que preocupan a los argentinos actualmente. Como ser la inflación, segunda en América Latina; la tremenda inseguridad y la rampante corrupción a todo nivel, que es percibida por la población con una extraña mezcla de hartazgo y resignación.

Una inflación a la que no se la frena con medias tintas y menos con el monumental gasto público que ha ido subiendo sin parar a lo largo de los años. En enero del año que ha comenzado las cuentas fiscales muestran un 44% de aumento en el gasto primario, o sea, que alcanzar un superávit como medio de controlar la inflación y el dólar ,no parece muy plausible.

A pesar de diversas medidas que se toman repentinamente para controlar a la divisa norteamericana, las que surten efecto por poco tiempo, la verdad es que los argentinos en la actualidad tienen que lidiar con toda una serie de diversos tipos de cambio.

Hace poco se anunció el permiso de compra de dólares por personas físicas aunque por supuesto, con una cantidad de restricciones que tienen que ver con sus ingresos, con el destino para el que se compra el billete verde, siempre sujetos a una probable respuesta negativa o a que le informe del monto siempre menor, al que puede aspirar. Así que el cepo cambiario sigue gozando de buena salud.

A esto se suma el dólar blue, el dólar tarjeta, el Contado con Liqui, (original no?). Además, el dólar ahorro que supone una cotización igual a la suma del oficial más el 20% de adelanto del impuesto a las ganancias, que no se devuelve si la compra no fue realmente para ahorrar. La verdad es que como decía un entendido en estos asuntos, así como Brasil se está pareciendo a la Argentina, (subsidios, errada política energética, gasto público elevado, una inflación al final del 2013 por encima de lo esperado por los analistas) ésta última se asemeja cada vez más a Venezuela.

Hay que ser muy habilidoso para trabajar, comercializar, tener una empresa o simplemente vivir, en este lío. Y mucha productividad se pierde en sortear tanto obstáculo absurdo. El gobierno kirchnerista y su modelo intervencionista, con demenciales subsidios que nadie controla, como lo demostró claramente la Auditoría de La Nación, encabezada por el radical Despouys, respecto del sector transporte, (no le permitieron auditar el caso YPF- Repsol) junto a las estatizaciones forzadas como la apropiación de los fondos de pensión privados de las AFAPS para obtener fondos, no da para más.

Mientras, la economía se enlentece, crece la inflación y la caída del 40% de las reservas en algo más de un año, muestran el desfasaje en la balanza de pagos y la notoria crisis de confianza. Un elemento fundamental para la ecuación económica, que se obtiene con esfuerzo pero se pierde fácilmente.

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Julia Rodríguez Larreta

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