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Más rigor histórico

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Hace unos días, El País informó que un grupo de ocho uruguayos habrían de participar en los primeros juegos mundiales de los pueblos indígenas realizados en estos días en el Estado de Tocantins, Brasil.

Hace unos días, El País informó que un grupo de ocho uruguayos habrían de participar en los primeros juegos mundiales de los pueblos indígenas realizados en estos días en el Estado de Tocantins, Brasil.

Todos los compatriotas pertenecen a la asociación Grupo Choñik. El antropólogo Daniel Vidart formuló serias críticas y negó que la delegación tuviera, realmente, un carácter charrúa. Entre otras observaciones, Vidart dijo que “Esto es denigrar la memoria de unos bravos guerreros. Los Choñik, en realidad, eran Tehuelches, que en su idioma significa hombres verdaderos y estos se ponen ese nombre como si equivaliera a charrúa, de una manera grotesca” (El País, 20 de octubre).

El Grupo Choñik, informó El País (18 de octubre), “lleva años realizando estudios y trabajos sobre la presencia indígena en Uruguay. Ha realizado distintas presentaciones en escuelas, liceos y eventos culturales”. La nota periodística explica que “El material bibliográfico sobre el tema es escaso y en algunos asuntos, como la vida espiritual es nulo”, por ello “apuestan fuerte a la tradición oral, según contó el cacique”.

Luego entró al ruedo el vocero del Consejo de la Nación Charrúa (Conacha) quien afirmó que con la concesión de 2.000 hectáreas de campo y control de todos los cementerios indígenas, “se terminan todos los problemas entre el Estado uruguayo y los descendientes de los charrúas”. Y agregó que los reclamos de Conacha “tienen el respaldo de la comunidad internacional” por intermedio del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.

Este convenio fue firmado por nuestro país, pero aún no ha sido ratificado. El artículo en El País también incluye un mapa del Instituto Nacional de Estadística con el ambiguo título de “Porcentaje de personas con ascendencia indígena por sección censal (2011)” (El País, 27 de octubre).

La idea de educar e intercambiar ideas sobre la historia de los grupos étnicos que han habitado, en diferentes épocas, el territorio de nuestro país merece aplauso.

Sin embargo, para que esa discusión sea útil es necesario que los argumentos tengan un fundamento sólido. Por ese motivo, entre otros aspectos, llama la atención la afirmación de que el material bibliográfico es escaso.

Al contrario.

Existe una plétora de libros, artículos científicos y notas periodísticas que tratan una variedad de aspectos de la presencia indígena en la Banda Oriental. Ese abundante material abarca desde los “cerritos de indios” hasta épocas muy recientes. Rápidamente y solamente para mencionar algunos ejemplos, además de las publicaciones de Vidart, se pueden citar: Diego Bracco, “Charrúas, guenoas y guaraníes”; Oscar Padrón Favre, “Los charrúas-minuanes en su etapa final”; Renzo Pi Hugarte, “Los indios del Uruguay”; y Susana Rodríguez y Rodolfo González, “En busca de los orígenes perdidos”. Es posible hallar buenos trabajos en Internet. Continuamente se agrega nuevo material.

La historia es un asunto muy serio y su manipulación puede no ser un inocente entretenimiento intelectual. Está en juego la definición de nuestra identidad nacional. A ello se suma que, aparentemente, se pretende utilizar una determinada interpretación de nuestra historia -sin mucho fundamento- para reivindicaciones materiales muy concretas.

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Juan Oribe Stemmer

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