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Realismo y prejuicios

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Juan Oribe Stemmer
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Nos enfrentamos a dos tendencias que deben complementarse. Por un lado se encuentra la arrolladora globalización que tanto nos ha beneficiado.

Por el otro lado, se hallan las dificultades para definir un marco institucional igualmente global que asegure el libre comercio entre los Estados. El movimiento de negociación de acuerdos de libre comercio, en realidad, significa reconocer que el comercio libre no existe entre los Estados como un principio general.

Los acuerdos de libre comercio son un asunto político de primera importancia que exige una fría evaluación política, económica y social. Los Estados ya cuentan con una extensa experiencia en esta materia. A través de la práctica secular se han desarrollado modelos de tratados. Todo acuerdo supone negociar una constelación de intereses de las partes en un proceso en que todos ceden algo a cambio de algo y en el cual lo que importa es el producto final del paquete.

No parece acertado decir que los países "pierden soberanía" al negociar un tratado.

Es al revés: los Estados negocian ese tipo acuerdos porque tienen soberanía y porque la ejercen con el fin de contribuir al desarrollo económico y social de sus sociedades y, en muchos casos, para asegurar otros vitales intereses políticos y estratégicos. La verdadera pérdida de soberanía (entendiendo el término en el sentido material de autonomía o libertad de decidir o actuar) es causada por la pobreza, la ignorancia, la indefensión y la falta de política exteriores sensatas.

Chile ha aplicado en forma sistemática una estrategia de negociar acuerdos de libre comercio. Con inteligencia, eligió mantenerse al margen del Mercosur y prefirió el camino de los acuerdos más limitados, menos ambiciosos. Así, tiene tres acuerdos con grupos de países: el Protocolo Comercial con la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú), el Tratado de Libre Comercio con América Central (Costa Rica, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala), y el EFTA (Islandia, Noruega, Suiza y el Principado de Liechtenstein, el que forma una unión aduanera con Suiza). A ello se suman quince tratados bilaterales (Tailandia, Hong Kong, Vietnam, Malasia, Turquía, Australia, Panamá, China, Estados Unidos, Canadá, México, Corea, Perú y Colombia).

¿Sería razonable sostener que Chile tiene "menos soberanía" por haber negociado esos acuerdos?

Es exactamente lo contrario. La forma de no depender demasiado de uno o dos países (como nos sucede con el Mercosur) es negociar acuerdos con la mayor cantidad posible de contrapartes comerciales. Depender de muchos es la mejor estrategia para no depender demasiado de ninguno en particular.

Lo más interesante es que el gobierno de nuestro país acaba de suscribir un acuerdo con una empresa transnacional finlandesa que, en cierto sentido, es comparable a un tratado de libre comercio.

Pero, en ese acuerdo —concluido sin aprobación parlamentaria— el gobierno asumió importantes obligaciones en forma unilateral. La contraparte no se obligó a nada. Este es un contraste importante con un tratado de libre comercio donde ambas partes asumen obligaciones recíprocas. Incluso, algunas de las obligaciones que asumió nuestro gobierno en el acuerdo con UPM son bastante más gravosas que las que figuran en los tratados de libre comercio.

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