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Una pésima idea

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juan oribe stemmer
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Cada Estado persigue sus propios fines e intereses. Las relaciones entre los Estados de menor peso económico y las grandes potencias inevitablemente serán asimétricas y ello se reflejará en el poder de negociación de cada una de las partes.

Por estos motivos, afirmar que “Uruguay aspira a elevar su relación bilateral con China a nivel de asociación estratégica integral, con miras a alcanzar los más altos objetivos, donde la integralidad de las áreas de interés mutuo está priorizada”, suena, en el mejor de los casos, como un ejercicio de retórica diplomática sin mucho contenido, y por lo tanto superfluo (pero peligroso porque las palabras comprometen).

O, en el peor de los casos, como una declaración de política, de enorme imprudencia para los intereses de nuestro país.

Como una poco feliz coincidencia, en estos días emergió, nuevamente el proyecto de una empresa china para instalar un puerto pesquero en el litoral de nuestro país.

China es la principal nación pesquera marítima. En el 2018 sus buques de pesca marítima capturaron 14,6 millones de toneladas de pescado. Aunque la mayor parte de ese volumen fue capturado en las aguas cercanas a sus puertos (12,1 millones de toneladas), una proporción significativa fue pescado en caladeros más distantes. Incluyendo las aguas del océano Atlántico sud occidental (el sector que abarca el litoral de Brasil, Uruguay, Argentina y Malvinas) y el océano Pacífico sudoriental (frente a las costas de Colombia, Ecuador, Perú y Chile).

En el Atlántico sud occidental las capturas de los pesqueros chinos pasaron de 64.600 toneladas en el 2009 a 471.519 en el 2015. En el 2018 pescaron 106.269 toneladas. Esta es una proporción limitada de las capturas totales de la región (1,8 millones de toneladas). Pero, debemos tener en cuenta tres aspectos.

Primero, esos pesqueros se concentran en el calamar. Segundo, operan en las aguas adyacentes al límite exterior de la zona económica exclusiva de los países costeros.

Esas aguas están sujetas al régimen jurídico de la alta mar, pero pertenecen al mismo ecosistema que las aguas dentro de las 200 millas. Finalmente, esa pesca no se encuentra sujeta a controles de los países costeros, pero tiene un impacto en ellos.

Las consecuencias de autorizar la instalación de un puerto chino en nuestras costas incluirían aumentar la eficiencia y la capacidad de captura de los pesqueros de esa bandera que operan en las aguas adyacentes a la zona económica exclusiva de nuestros países e incrementar su presencia -económica y política- en el Atlántico sur occidental.

El Uruguay es un país costero, nuestros intereses pesqueros son opuestos a los de las naciones marítimas cuyas flotas de altura vienen a pescar frente a nuestro litoral.

Tenemos un interés de largo plazo en expandir el límite exterior de la jurisdicción de nuestro país mar adentro, lo cual iría en contra de una política -miope - de ayudar a que se afirme la presencia de terceros ajenos a nuestra región.

Otra consideración importante es que, como co-ribereños con Argentina y Brasil, no deberíamos apoyar las operaciones de buques de terceros países que operan en las aguas adyacentes al límite exterior de sus zonas económicas exclusivas (en la milla 200+1) y que, muchas veces, parecería que pescan dentro de ellas.

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