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JUAN ORIBE STEMMER
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La pandemia del Coronavirus COVID-19 demostró la fuerza de la Naturaleza y la arrogancia de idea de que el ser humano domina su entorno.

La realidad es más compleja: podemos modificar los ecosistemas de los cuales formamos parte, pero no tenemos la capacidad para conocer completamente y mucho menos controlar, las consecuencias adversas de nuestras acciones.

Una de las características del COVID-19 ha sido su rápida difusión a todo nuestro planeta. Otros fenómenos, igualmente a escala global, que evolucionan lentamente, pueden tener consecuencias aún más profundas.

La semana pasada, El País informó que la temperatura en la Antártida había aumentado más rápido que la media mundial y que este fenómeno demostraba que ningún lugar está a salvo del calentamiento global. Incluyendo las regiones más frías, remotas e inhóspitas. Los autores del estudio estimaron que el incremento se había debido a fenómenos naturales "probablemente intensificados" por el cambio climático provocado por el hombre.

Los resultados de esas investigaciones sobre la evolución del clima en Antártida coinciden con las conclusiones del informe sobre los océanos y la criosfera, las regiones congeladas de nuestro planeta, elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado en setiembre del 2019.

Esos cambios no son un tema menor, si consideramos que los océanos cubren el 71% de la superficie de la Tierra. Contienen el 97% de su agua y aproximadamente el 10% de la superficie del planeta está cubierta por glaciares o capas de hielo polares. El Grupo Intergubernamental concluyó que se está produciendo un calentamiento de los océanos, un retroceso de la superficie del hielo en el Ártico y una disminución de la masa de los hielos antárticos. La consecuencia es que se eleva cada vez más el nivel promedio global del mar principalmente como resultado de la acción humana.

Las regiones costeras albergan aproximadamente el 28% de la población mundial (incluyendo el 11% que habita regiones ubicadas en la franja de hasta 10 metros sobre el nivel del mar), muchas de las principales ciudades, una gran proporción de la actividad económica y de la infraestructura construida a través de siglos de esfuerzos. A ello se sumarían los cambios en los ecosistemas costeros y marinos. El 70% de la población nuestro país habita la zona costera sobre el océano Atlántico y el Río de la Plata. La pandemia del COVID-19 se suma a varias epidemias en una escala regional o más amplia producidas en las últimas décadas. Circulan advertencias por el peligro de propagación de otras enfermedades zoonóticas. Una de las características más preocupantes de estas enfermedades es su velocidad de propagación. El cambio climático, en comparación, es un proceso que avanza muy lentamente. Esta característica determina que sus efectos negativos sean casi imperceptibles en el corto o mediano plazo. Hasta que es demasiado tarde.

A pesar de sus diferencias, sin embargo, ambos procesos comparten la característica de ser amenazas a escala global que solamente pueden ser enfrentadas mediante la eficaz cooperación entre todos los miembros de la comunidad internacional.

Estos son los grandes temas de la agenda de la política internacional de los Estados para el futuro.

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