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¿Lucha de puertos?

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juan oribe stemmer
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Nuestras interpretaciones del pasado influyen sobre nuestras actitudes actuales y, de esta forma, sobre el futuro. Un ejemplo de esa profunda influencia de lo que pesamos que sucedió es el caso de la llamada “lucha de puertos”.

Eso viene a cuento por lo dicho por una funcionaria argentina, en la la “IV Conferencia Hemisférica sobre Hidrovías, Puertos Interiores y de Cruceros: Una Puerta Abierta a la Economía Global”, que tuviera lugar en Buenos Aires. En el curso de su conferencia, la funcionaria afirmó: “Hay que fortalecer los puertos argentinos en detrimento de los uruguayos”. Lo que inmediatamente reavivó en muchos, incluyéndome, la percepción de que entre Buenos Aires y Montevideo existe una “lucha de puertos” que se remonta a fines del siglo XVIII.

Pero, realmente ¿existió una confrontación tan intensa como para describirla, aunque sea metafóricamente como un guerra? No es un asunto exclusivamente de interés histórico.

Uno de los primeros antecedentes que encontré de esa frase fue en la obra del historiador Pablo Blanco Acevedo quien afirmó en su libro “El gobierno colonial en el Uruguay y los orígenes de la nacionalidad”, que “la encarnizada lucha comercial entre las dos ciudades ribereñas, cuyas consecuencias producirían las hondas divergencias y las hostilidades reciprocas de sus poblaciones”. Para este autor, el auge de Montevideo, su rápido desarrollo, provocaron los celos y rivalidades de Buenos Aires, cuyo pueblo y gobierno hicieron suyo “el pensamiento de recuperar para si la supremacía perdida, preparándose francamente para una guerra de puertos”.

Pivel Devoto, en “Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811”, tuvo una visión más moderada. En su opinión, “Las repetidas disputas entre el Consulado de Buenos Aires y el cuerpo de comerciantes de Montevideo - con frecuencia matizadas por episodios típicos de la lucha entre aldeas, nacidas al calor de una rivalidad por el dominio del Río de la Plata y reavivadas por una situación de dependencia administrativa que contrariaba el factor geográfico y la realidad económica.”

Palabras como “encarnizada”, “lucha”, “hostilidades”, y “dominio”, son más propias de un relato bélico que de un análisis del funcionamiento de los puertos del Río de la Plata.

Más recientemente, Ariel Bentancur escribió que lo que llamamos “Lucha de puertos”, en “los hechos se trató de una competencia por la condición portuaria”, entre Buenos Aires, la capital del Virreinato y su centro político y comercial, y San Felipe y Santiago, la ciudad-puerto, con una población de importancia menor, pero con mejores condiciones para desempeñar ese rol.

El historiador argentino Fernando Jumar piensa en un sistema o complejo portuario rioplatense en el que se integraban los dos puertos oceánicos, Buenos Aires y Montevideo, un conjunto de puertos secundarios (como Colonia. Ensenada y Maldonado) y una cantidad de pequeños desembarcaderos.

Estas visiones, me parece, se aproximan más a lo que sucedió realmente.

Proponemos, entonces, que no hubo lucha ni guerra sino competencia entre puertos.

La clave no habría sido una “encarnizada lucha” sino la integración e interdependencia de las comunidades portuarias de Montevideo y Buenos Aires que hicieron posible el notable desarrollo de la región en aquellos años.

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