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Historia en peligro

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JUAN ORIBE STEMMER
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La nota sobre los secretos de la muralla colonial publicada en El País del domingo 16 de noviembre nos recuerda que nuestra ciudad fue fundada como una fortaleza y una base naval española.

Como fortaleza su misión fue custodiar el acceso a las riquezas minerales de Potosí e interrumpir las comunicaciones terrestres y marítimas entre la Colonia del Sacramento portuguesa y el Brasil. El Portugal había fundado la Colonia del Sacramento en 1680, sobre la costa de la Banda Oriental, frente a Buenos Aires y en la encrucijada donde convergen los ríos Uruguay y Paraná y el Río de la Plata.

También tuvo el privilegio de ser uno de los pocos Apostaderos Navales en las Indias españolas (otras bases navales de este tipo incluyeron El Callao, en el Perú, San Blas de California, Cartagena de Indias y La Habana) que, además, de las funciones generales de apoyo a la Real Armada tenía como cometidos específicos vigilar las posesiones españolas en el Atlántico sud occidental y controlar la ruta marítima con el océano Pacífico, a través del Cabo de Hornos.

El artículo recorre lo que ha sobrevivido del amplio y complejo sistema de fortificaciones erigido durante nuestro período español. La mayor parte de los tramos identificados hasta ahora han sobrevivido porque estaban escondidos en los sótanos y cimientos de los edificios construidos desde la independencia.

El “vandalismo ilustrado” de los montevideanos a que se refirió Bauzá, persiste. En ciertos casos, la transferencia de determinados edificios históricos al Estado, en lugar de ser un salvavidas que los rescatase del deterioro o, incluso, destrucción, parece haber sido una verdadera condena a muerte.

Los esfuerzos que realizan muchos vecinos de Montevideo para traer a la superficie, literalmente en algún caso, ese patrimonio histórico, son ahora doblemente oportunos porque nos aproximamos a las fechas clave del proceso fundacional de Montevideo.

Afortunadamente, sobreviven varios edificios (o fragmentos) que se remontan al siglo XVIII y a los primeros años del siglo XIX. Uno de los más importantes es el Apostadero Naval, situado en la manzana delimitada por las calles de San Miguel (actualmente Piedras), San Fernando (Zabala), Solís y la Rambla 25 de Agosto de 1825. En realidad, esa manzana contenía tres edificios, la atarazana o Barracón de la Marina, los edificios de la administración naval, y otros depósitos y habitaciones. Adyacente se hallaba además el Hospital del Rey.

Los orígenes del Apostadero se remontan a fines de la década de 1760. Un plano de Montevideo trazado en noviembre de 1770, ya muestra en esa manzana dos galpones para pertrechos de Marina. En las décadas siguientes se construyeron nuevos edificios. La mayor parte de ese espacio es ahora patio de estacionamiento para los funcionarios del Banco de la República.

Por algún motivo, lo que sobrevive de aquel importante conjunto de edificios, que se encontraba dentro de la órbita del Museo Histórico Nacional pasó a la del Banco de la República. Hoy la atarazana -una de las más antiguas estructuras de este tipo en América- está tapiada. El conjunto histórico se encuentra abandonado y descuidado.

Es una lástima porque dentro de pocos años se cumplirán los 250 años de establecimiento formal del Apostadero en Montevideo, en 1776.

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