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La fortaleza de la ciencia

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JUAN ORIBE STEMMER
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Los acontecimientos demuestran la importancia de que nuestro país cuente con base propia, sólida y sustentable de conocimiento científico. El nuevo gobierno ha actuado con sensatez en esta materia.

En medio de la pandemia pasó casi inadvertido el decreto del 13 de abril que derogó dos impresentables normas aprobadas por el gobierno anterior que limitaban la difusión del conocimiento sobre el medio acuático.

El nuevo decreto dispone que “los resultados de las investigaciones científicas, así como los datos globales o estadísticos obtenidos en el medio acuático podrán ser divulgados libremente, no requiriendo autorización previa de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos, ni de ninguna otra dependencia del Estado”. Es una decisión sabia que contribuirá al desarrollo del conocimiento científico sobre el medio acuático.

Facilitará el debate científico y técnico (elementos fundamentales para el desarrollo del conocimiento), favorecerá la difusión del mismo en el seno de nuestra sociedad, y aportará a la buena gobernanza de esa dimensión fundamental de nuestro país.

Pocos días después, y ante la urgencia que imponía la difusión del Coronavirus, el Poder Ejecutivo designó un Grupo Asesor Científico Honorario, con la misión de aportar conocimiento sobre el virus y acerca de la experiencia internacional.

El Grupo es encabezado por tres expertos en diferentes disciplinas, Rafael Radi (presidente de la Academia de Ciencias del Uruguay y coordinador general del Grupo), Fernando Paganini (coordina las áreas de ciencia y tecnología de datos) y Henry Cohen (coordina el área de salud).

El Grupo no posee un poder político propio. Su fuerza radica en la autoridad intelectual de sus coordinadores y de los científicos que se le han incorporado. A lo que se suma la capacidad de comunicación de sus coordinadores.

El Grupo “mantiene un amplio diálogo”, informa un comunicado de Presidencia, con “las academias de ciencias y medicina, las universidades de la República (Udelar) y ORT y los institutos de investigación que trabajan activamente para enfrentar la pandemia, como el Pasteur y el de Investigaciones Biológicas Clemente Estable.

También se vinculan con instituciones del Estado, como el Ministerio de Salud Pública, el de Educación y Cultura, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, la Agencia del Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y el Conocimiento (Agesic), el Instituto Nacional de Estadística y la Intendencia de Montevideo, entre otros.”

Es muy cierto, entonces, lo que afirmó la reciente Declaración conjunta del CONICYT, Universidad de la República y Academia Nacional de Ciencias del Uruguay, de que “La emergencia sanitaria ha puesto en evidencia la relevancia de construir ciencia en el país, fuertemente vinculada a redes internacionales, como sostén de soberanía y autonomía en las decisiones, para desarrollar soluciones a medida y cercanas, en los tiempos requeridos y acordes a nuestra realidad económica y cultural.”

Los hechos han demostrado no solamente la importancia del aporte de los científicos sino también su directa relevancia para enfrentar desafíos inmediatos para nuestra sociedad. Los recursos destinados al desarrollo científico no son gastos, son inversiones esenciales.

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