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La elección municipal

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juan oribe stemmer
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La reforma constitucional de 1997 separó las elecciones municipales de las nacionales.

En el sistema anterior los dos procesos, el nacional y el departamental, estaban unidos y el primero relegaba a un segundo plano al segundo. No era realista porque los Gobiernos departamentales tienen un amplio conjunto de cometidos que tocan directamente la vida de los vecinos. Fue razonable darles la oportunidad para concentrar su atención en los programas de gobierno municipal de cada partido y en sus candidatos.

La separación de las dos votaciones contribuyó a destacar la trascendencia que tienen las Intendencias en la vida de cada Departamento. Por la cantidad de funcionarios, la magnitud de su presupuesto (y el impacto de los tributos municipales), los servicios prestados y las obras públicas emprendidas. En muchos respectos, incluyendo desde el punto de vista de la más legítima acción o militancia política, las Intendencias tienen un impacto más inmediato sobre la vida cotidiana de los ciudadanos que varios de los Ministerios.

El nuevo sistema ha dado lugar a una discusión entre los observadores políticos. Una corriente de opinión considera que la elección nacional y la departamental son dos procesos distintos y separados. Para esta opinión, después de la elección nacional se procede a “barajar y repartir de nuevo” las cartas políticas. Otra corriente de opinión sostiene lo contrario: ambas elecciones forman parte de un mismo proceso electoral y son caras inseparables de la misma moneda. Son interdependientes.

Nos inclinamos por este último enfoque.

El ciudadano no distingue entre las dos elecciones. Desde su perspectiva ellas forman un solo proceso y lo que sucede en una tendrá influencia sobre la otra. Este es el caso especialmente en Montevideo. Aunque la elección municipal es importante para cada uno de los departamentos de nuestra República, las características de Montevideo (con el 40 % de la población del Uruguay) determinan que su elección departamental tenga una trascendencia nacional.

En las elecciones nacionales (segunda vuelta) la fórmula Lacalle-Argimón obtuvo 1,189.313 votos (50,8 % de los votos a los candidatos) y el Frente Amplio 1.152.271 votos (49,2 %). En cambio, en Montevideo, la fórmula Lacalle-Argimón cosechó 383.991 votos (43 %) y el FA 507.346 votos (57 %). La ventaja del Frente Amplio es importante.

Al mismo tiempo, esos números también revelan que los votos que obtuvo en la elección nacional la fórmula Lacalle-Argimón en Montevideo representaron nada menos que algo más del 32 % de los votos obtenidos en todo el país. Esto subraya la importancia que tiene este electorado para el futuro gobierno.

Aun cuando sea difícil ganar la Intendencia, es imprescindible que el Partido Nacional tenga una muy buena votación en Montevideo que sea, por lo menos igual que la que obtuvo en octubre.

Por varios motivos. Incluyendo atender al legítimo reclamo de los votantes de Montevideo, conseguir un fuerte mensaje de respaldo político al comenzar el nuevo gobierno, desarrollar una base de apoyo político durante los siguientes cinco años, y cuidar y aumentar el capital electoral imprescindible para volver a ganar l as próximas elecciones nacionales.

El Frente Amplio ha comprendido ese mensaje. Parecería que la “Coalición Multicolor” no lo ha entendido todavía.

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