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¿Cuánto investigamos?

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juan oribe stemmer
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Un artículo publicado en El País (6 de junio), con el título “Uruguay produce en ciencia un 25% menos de lo que se podría esperar por su inversión”, aparentemente impulsó un intercambio de ideas sobre la investigación científica y tecnológica en nuestro país.

El artículo se fundó en un estudio sobre las ventajas comparativas en disciplinas científicas y tecnológicas de Néstor Gandelman, Osiris Parcero, Matilde Pereira y Flavia Roldán, con el apoyo financiero recibido del Fondo María Viñas de ANII, y publicado como parte de la serie Documentos de Investigación de la Universidad ORT Uruguay.

La nota atrajo comentarios de lectores y una respuesta de la Asociación de Investigadoras e Investigadores del Uruguay, con el título “¿Somos los investigadores uruguayos ‘poco productivos’?”.

Los acontecimientos de este último año y medio confirman que nuestro país necesita una sólida base científica y tecnológica. No solamente para crear nuevo conocimiento, sino también para comprender, elegir, adaptar a nuestra realidad y poner en práctica el saber generado en otros lugares. Este conocimiento para ser útil necesita ser oportuno, accesible y de la máxima calidad. También, dado que vivimos en un mundo donde los recursos son escasos y las necesidades infinitas, es importante invertir los limitados medios disponibles de la mejor forma posible. Lo que nos lleva al ingrato tema de como medir la eficiencia de la inversión que realizamos en ciencia y tecnología.

El estudio de Gandelman, Parceiro, Pereira y Roldán parte de una base de información sobre la cantidad de artículos publicados y citas durante el período 1996-2019 para analizar la evolución de la producción científica uruguaya y detectar las áreas temáticas en las cuales poseemos una ventaja comparativa. Los autores concluyen que “aumentó la participación uruguaya en la producción científica mundial y se mantuvo estable con relación a América Latina”. Las áreas en que nuestro país tiene ventajas comparativas incluyen veterinaria, ciencias agrícolas y biológicas, inmunología y microbiología y enfermería y, en menor medida, en medicina, economía, econometría y finanzas, bioquímica, genética y biología molecular y en ciencia medioambiental.

Una de las conclusiones del estudio que ha causado más controversia es que “En términos de costo-eficiencia Uruguay produce menos que lo que se podría esperar, dado el nivel de gasto en investigación y desarrollo y la cantidad de investigadores que posee”.

La respuesta publicada por la Asociación de Investigadoras e Investigadores del Uruguay apunta a la metodología de aquel trabajo y opina que “el análisis comparativo entre países con realidades tan diferentes, debe hacerse preferentemente en términos relativos, y eso demanda un conocimiento y articulación de un conjunto plural de variables”. Para estos autores, este enfoque indica que en realidad “el número de publicaciones por investigador se asemeja al de países como Reino Unido y Estados Unidos, “aun cuando estos países destinan un porcentaje de su PBI a I+D entre 4 y 7 veces mayor que Uruguay”.

Diferentes medidas, diferentes resultados.

Pero, con todo es un inicio alentador para un intercambio de ideas necesario y oportuno cuando se plantea invertir más en investigación e innovación.

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