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Cortina nueva

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juan oribe stemmer
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El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, se habría quejado de que una nueva “cortina de hierro” descendió entre su país y las potencias occidentales y se lamentó que la Unión Europea no esté interesada en comprender los intereses de Rusia.

¿No será que quien bajó una cortina de hierro fue Rusia, al invadir Ucrania, en forma injustificada y contraria al Derecho Internacional y los acuerdos vigentes? También, es posible que la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) finalmente hayan comprendido cuáles son las verdaderas intenciones de Rusia, después de más de tres meses de cruenta guerra, de sistemáticas violaciones de derechos humanos cometidos por las fuerzas rusas en Ucrania y sus deliberados ataques contra objetivos civiles y sin ningún valor militar.

El más reciente ejemplo de barbarie fue el misil lanzado deliberadamente contra un concurrido centro comercial en una ciudad bien distante del frente de guerra justamente en el momento que se desarrollaban las reuniones de Grupo de los Siete y de la OTAN. El mensaje implícito en esa acción parecería claro: no nos afectan sus declaraciones de condena por nuestra agresión contra Ucrania ni las denuncias de los crímenes de guerra cometidos por nuestras fuerzas. Un mensaje que refleja una sensación de seguridad de que Rusia finalmente será la ganadora en esta guerra.

La metáfora “cortina de hierro” se refiere a la separación que se cristalizó poco después de la Segunda Guerra Mundial entre los Estados Unidos y la Europa occidental y la URSS y sus estados satélite. Persistió varias décadas, entre 1945 y 1991. Se atribuye a Churchill.

En un discurso pronunciado en marzo de 1945, el estadista británico dijo que una cortina de hierro había descendido desde el puerto de Stettin, sobre el Báltico, hasta Trieste, sobre el Adriático, y que detrás de esa línea quedaban todas las capitales de los antiguos Estados de Europa Central: Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía. La lista era, en realidad, más larga.

La experiencia de encontrarse dentro de la esfera de influencia rusa no parece haber sido del todo agradable para los habitantes de esos países (recordemos las intervenciones rusas en Hungría y Checoslovaquia). Así lo demuestra que luego de la implosión de la URSS los países de Europa Oriental se hayan apresurado a refugiarse bajo el manto protector de la OTAN y buscaran incorporarse a la Unión Europea.

La agresión contra Ucrania aceleró el proceso de cristalización de un nuevo orden europeo y del Atlántico Norte.

En la Reunión Cumbre de Madrid, la semana pasada, la OTAN resolvió invitar a dos potencias que se habían mantenido neutrales hasta ahora, Finlandia y Suecia, a incorporarse a la Alianza Atlántica.

Lo que ha conseguido Rusia con su agresión fue darle nueva vida a la OTAN y la UE, reforzar el compromiso de los Estados Unidos con Europa, impulsar a los países europeos a incrementar su presupuesto y preparación militar, llevarlos a independizarse del gas, petróleo y carbón ruso, y convencer a Suecia y Finlandia de que, por razones de seguridad, debían incorporarse a la OTAN.

La geografía estratégica ha cambiado. La nueva cortina de hierra se extiende desde los confines del Mar Ártico hasta el Mar Negro.

Todo un éxito de política exterior para Rusia.

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