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Viejos versos uruguayos

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Juan Martín Posadas
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Al escribir estas líneas el tironeo de los cincuentones no ha tenido aún solución. No estoy capacitado para tomar partido sobre el fondo del asunto pero él me permite abrir una ventana sobre un viejo relato tramposo que sobrevive hace años en la sociedad uruguaya.

Nuestro país se ha ido convirtiendo poco a poco en una sociedad que rinde culto ciego a simplificaciones conceptuales sin verificación alguna. Una de ellas es la que enuncia que el mercado es tierra de nadie, copado por los vivillos y los poderosos que imponen su peso o sus mañas para salirse con la suya a costillas de los demás; es decir, el mercado es el ámbito de la injusticia y generador de desigualdades.

El estado, en cambio, —prosigue el relato —es ecuánime, está por encima de las codicias, desconoce privilegios y es capaz de ser juez imparcial sobre las controversias que se dan en las sociedades humanas donde bullen tantos intereses enfrentados. El episodio de los cincuentones es un desmentido a ese relato.

Veamos.

Los cincuentones —ciudadanos que se aproximan a esa edad y que ganan sueldos de $50.000 para arriba (buenos sueldos para el Uruguay de hoy)— han montado una fuerza colectiva suficientemente vigorosa y bulliciosa como para ser atendida por el gobierno y llevarlo a que esté buscando afanosamente caminos para satisfacer sus reclamos.

Como dije, no tengo información suficiente como para decir si tienen razón o no en lo que plantean. Lo que quiero señalar es que tienen fuerza y van a conseguir (o habrán conseguido a esta altura) que el gobierno aparte para ellos una suma de dos o tres mil millones de dólares, no obstante el daño que eso va a provocar al erario público, a las jubilaciones futuras de los jóvenes y a las AFAP de donde otros muchos uruguayos esperan sus haberes de retiro.

Por el otro lado están los perjudicados por el BHU que hace años protestan porque las cuotas en U. R. aumentan por encima de sus ingresos y los están ahorcando económicamente. Atender sus reclamos no perjudicaría a nadie ni requiere esos ingentes volúmenes de dineros del estado. Pero esta gente no ha podido reunir fuerzas, nadie los atiende, sus reclamos no han sido escuchados.

El estado ecuánime es la ficción del viejo relato; la realidad es que el estado atiende a los que gritan más o tienen vínculos políticos con los jerarcas de los organismos públicos. Son los que manejan los fondos del estado y los políticamente arrimados a partidos oficialistas quienes mantienen y hacen correr el cuento del estado justo y al margen de influencias.

El viejo relato uruguayo que glorifica al estado y demoniza los arreglos y las iniciativas entre los particulares es un relato ideológico. Por si alguien lo ha olvidado el viejo Carlos Marx decía que la ideología es aquella explicación (relato) de la realidad que encubre y disimula lo que la realidad es de verdad; (él decía: disfraza las relaciones de dominación haciéndolas parecer otra cosa).

Al verso del mercado absolutamente libre hay que hacerle un descuento, sin dudas, pero al verso del estado, mucho más. El estado como sistema ecuánime, según reglas objetivas (rule of law) no es de este Uruguay. Acá el estado es dispensador de favores según criterios político-ideológicos y/o necesidades electorales. Los sucesos de estos días lo han puesto a la vista una vez más.

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