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Ucrania

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Escribo esto el viernes. No sé qué pueda pasar en Ucrania entre hoy y el domingo cuando se publique esta nota, pero ningún asunto me mueve tanto estos días como la situación de ese país.

 La dimensión del abuso y del atropello de parte del grande luce más vil ante el coraje del chico en la defensa de lo suyo.

Se ha dicho ya casi todo respecto a esta crisis europea y mundial. Sin embargo siento la necesidad de expresarme. Necesidad interior de ponerme expresamente del lado del débil, del atacado y denunciar al atacante.

Esta invasión rusa no tiene justificativo alguno (como no la tuvo la invasión a Irak). Hay enredos históricos anteriores que Rusia invoca y que, en realidad, sostienen la causa ucraniana y no la rusa.

Ucrania es un territorio históricamente tártaro en el sur (Crimea) y cosaco en todo el resto, ocupado-anexado por los rusos: por la Rusia zarista primero y luego por la soviética. Esas inmensas llanuras, denominadas con razón como el granero de Europa, fueron colectivizadas a la fuerza por Stalin. Ese proceso fue extremadamente sangriento: los ucranianos conocen lo que es la invasión. La colectivización forzada a sangre y fuego destruyó la propiedad y el sistema social de los ucranianos. En los años treinta del siglo pasado murieron de hambre (y de resistencia a la confiscación de sus propiedades) veinte millones de ucranianos. A los restantes Stalin envió cuantos pudo al Gulag o al destierro en otras comarcas y luego trajo población rusa y la afincó allí. Llenó Ucrania de rusos; se propuso rusificar Ucrania. Pero los ucranianos, descendientes de los cosacos, son gente altiva. También desde el fondo de la historia sienten el deseo de ser libres, autónomos, cultivar su propia tierra, cantar sus propias canciones y ser dueños de su destino.

Lo que me resulta doblemente admirable en esta lucha de resistencia tan desigual son los hombres que la dirigen. Como señaló muy bien la semana pasada Martín Aguirre, el gobernante que se puso al hombro la defensa de Ucrania “a lo Leandro Gómez” (no podía haber encontrado Martín mejor paralelismo) es un Presidente ex actor de televisión. Y el alcalde de la ciudad de Kiev, que está defendiendo con los dientes su ciudad bombardeada, es un antiguo campeón de box. Son del tipo de personas que entienden perfectamente aquel dicho que caracterizó a Jorge Larrañaga: hay orden de no aflojar.

Ha quedado para la vergüenza la reticencia de Cuba, Venezuela y Nicaragua en condenar a Rusia. Al no haber en esos regímenes respeto por las libertades propias, menos se puede esperar que les duela el pisoteo de la libertad ajena. También estoy seguro que muchos frentistas de a pie estén desconformes y avergonzados con los términos tan cautelosos y políticamente correctos de la declaración de su Partido

El Uruguay se ha ubicado en una posición drástica -la que corresponde- de condena neta a la invasión rusa. Hubo una deficiencia inicial de comunicación, culpa del Canciller, que fue reconocida (nunca se ha tapado nada en este gobierno), enmendada, y a nadie con recta intención la cabe duda alguna de cuál sea la posición del Uruguay.

Me hubiera gustado un pronunciamiento del Directorio del Partido Nacional. Un Partido que todos los años conmemora con emoción patriótica la carga de Arbolito tiene mucho para decir en ocasiones como esta. ¡Viva Ucrania libre!

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