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Transmisión del mando

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JUAN MARTÍN POSADAS

Mañana tendrá lugar la transmisión del mando. Circula frondosa elucubración sobre lo accesorio: ¿quién pagará la fiesta?, ¿Será en la vía pública o adentro? ¿Cómo se vestirá Mujica? Lo que merece atención y análisis es el estado de ánimo nacional. Estimo que, en general, el Uruguay espera ese momento con benevolente expectativa.

Un par de meses atrás el talante nacional era otro. La campaña se caracterizó por un clima agrio, de rechazos más que de entusiasmos. Gran parte del electorado frentista estaba desconcertado o furioso con Mujica, pero aborrecía a Lacalle. Una buena parte de los blancos sentía poca adhesión por Lacalle pero un rechazo decisivo hacia Mujica. No se votaba a favor, se votaba en contra, no había entusiasmos sino repudios, casi asco; no había convocantes ni convocados a abrir caminos nuevos sino gritos de alarma para cerrarle el camino a la catástrofe que sería el triunfo del adversario. Ese estado de ánimo colectivo ha cambiado. De aquel clima que teñía (y degradaba) la actividad política durante el período preelectoral hemos pasado a una situación más sana de benévola expectativa respecto al nuevo Presidente y hacia el futuro del país. ¿A qué se ha debido el cambio? Esta es la pregunta interesante.

El cambio se debe, creo yo, exclusivamente a la actitud de Mujica. Desde la noche de su victoria electoral, cuando bajo la lluvia pronunció el tipo de discurso que brota cuando la candidatura es un recuerdo y la responsabilidad le cae encima al elegido, siguiendo por el discurso del Conrad y pasando por otra cantidad de manifestaciones intermedias, el Presidente electo presenta una postura de amplitud política respecto a la mitad del país que no lo votó y una notoria independencia respecto al discurso tradicional de la izquierda. Dos elementos distintos pero entrelazados.

Debe subrayarse que esa actitud es la que se ha visto en Mujica, no así en el Frente Amplio. En ese conglomerado conservan vigencia tendencias que el senador Martínez ha llamado estalinistas. De esa matriz ideológica y política se nutren varias dirigencias sindicales, por ejemplo la del Suamp que impedía embarcar (no dejaba trabajar) a los trabajadores no sindicalizados. Eso mismo aparece en manifestaciones de la docente que encabezó las listas oficiales para la elección de docentes cuando prometió pasar factura a los maestros que no votaran como ella quería.

Da la impresión que la ciudadanía, que tiene noticia hace años de las prácticas totalitarias de uso en ese cuadrante de la política nacional, advirtiese en Mujica una cabeza independiente. Desordenada y caótica pero independiente. Su discurso actual se aleja del discurso canónico de la izquierda y está distante de lo que enseñan sus manuales y repiten sus prohombres: este es un discurso con otro pie de imprenta.

A. Garcé, politólogo de loable independencia y experto en investigación sobre los tupas, sostiene que los principales obstáculos que enfrentará el nuevo Presidente le vendrán desde adentro. Los ciudadanos de a pie (y de la vereda de enfrente) abrigamos una benévola expectativa motivada por esa independencia. El tiempo dirá y lo dirá en breve.

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