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JUAN MARTÍN POSADAS
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La situación por la que atraviesa nuestro país no ha sido calibrada correctamente por todos.

Durante el curso de la discusión presupuestal se han registrado protestas, muy teatralizadas por cierto, (los performers se han instalado en el Palacio Legislativo) referidas a que la promesa electoral de Lacalle Pou de no aumentar impuestos queda desmentida porque recorta salarios y el resultado sería el mismo: menos dinero en los bolsillos de los uruguayos. ¡Gran descubrimiento! Hay en curso una pandemia y vamos a tener menos dinero, todos estamos teniendo menos dinero.

Dejando que se agite en la hipocresía ese histrionismo barato, todos sabemos que la crisis sanitaria del Covid-19, muy seria en sí misma en muertes y agonía, tiene una prolongación sobre la economía y sabemos asimismo que la devastación que allí se ha producido va a durar mucho tiempo, sus efectos van a seguir aún después que el virus haya sido neutralizado por la vacuna (para lo cual también falta un buen rato). No solo nuestro país sino el mundo entero está enfrentado a esa situación, es decir, a consecuencias económicas y sociales desde ya muy profundas pero que, además, serán más prolongadas que el restablecimiento sanitario.

Solo en lo que va de este mes de octubre se han conocido cifras escalofriantes de cierre de empresas sólidas con la consiguiente pérdida de muchísimos puestos de trabajo. La Shell anunció el despido de 9.000 empleados, Disney ya despidió 25.000 de sus parques temáticos, la fábrica de neumáticos Continental anunció el despido de 30.000, American Airlines y United ya llevan despedidos 50.000, mientras que Boeing echó a 7.000. En Alemania, la economía más sólida del mundo, el gobierno tuvo que comprar Lufthansa. De la cantidad de multinacionales que se han ido de Argentina ni vale la pena hablar. En nuestro país el Sheraton, firma internacional, cerró, no existe más como hotel, la mayoría de los puestos de trabajo desapareció. La hotelería general funciona al 10% de su capacidad: muchos más van a desaparecer. ¿Cuánta gente emplean los organizadores de eventos? Es probable que las fiestas pasen (o vuelvan) a ser organizadas por el titular del cumpleaños, el padrino de la boda, o la gerenta de la empresa.

En todo caso muchas son las cosas y los hábitos que van a cambiar. No es cuestión de pedirle a la gente que aguante un poco más hasta que pase el chaparrón: algunos empresarios podrán reabrir pero otras empresas no porque ciertos tipos de actividad no se van a reanudar nunca más.

En esta perspectiva, expuesta aquí en forma sumaria, echarle las culpas al gobierno es changar miserablemente con la desgracia. Confiar en la prolongación de ayudas solo es razonable en contados casos: en otros más vale empezar ya fomentando la reconversión (proceso largo y necesariamente incierto). La propia central sindical (Pit-Cnt) ha aceptado -bajo protesta pero con realismo- postergar el reclamo de readecuación salarial para finales del período de gobierno. La cuestión vital no es la mucha o poca plata en los bolsillos de los uruguayos sino la conservación de los puestos de trabajo.

En lo que tenemos que empeñarnos todos es hacer en lo económico lo mismo que se ha hecho con éxito en lo sanitario: cuidarnos entre todos. La vieja y generosa disposición de la olla popular es un modelo: el que puede se arremanga y cocina para sí y para el que no puede.

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