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Y el tino por rumbeador...

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Las circunstancias económicas del mundo han sufrido un cambio: el mundo no sabe bien hasta qué grado ni por cuánto tiempo. Hay una guerra en curso, una guerra feroz pero, además, inverosímil para nosotros.

Si las circunstancias económicas del mundo han cambiado es obvio que las circunstancias económicas del Uruguay también. Si en Estados Unidos la inflación está en 8% y en Europa en el 7% nadie se puede extrañar que acá ande en el 9%.

Ese cambio en las circunstancias ha llevado a que nuestro gobierno haya anunciado el martes pasado algunas medidas de corrección en el rumbo económico. Todo el mundo tiene derecho a opinar sobre esa decisión del gobierno. Ahora bien, siendo la economía una cuestión visiblemente complicada, es mejor que opinen los que saben. O, por lo menos, que los que no saben reconozcan su ignorancia en silencio.

Este gobierno tiene un plan económico, una política económica; la mostró en la campaña electoral, la quiso implementar in totum desde el primer día de gobierno y desde el primer día no pudo porque sobre nuestro país se abatió el covid-19. Frente a esa catástrofe sanitaria el gobierno tuvo que posponer sus planes económicos y adoptar otras medidas. Es sabido que los gobiernos no pueden hacer todo lo que quieren: hacen lo que le permiten aquellas circunstancias fuera de su alcance y la calidad de los apoyos políticos que pueda lograr. La ductilidad que mostró este nuestro gobierno para enfrentar la sorpresiva adversidad sanitaria fue uno de sus grandes méritos y le granjeó prestigio en el extranjero y un alto índice de aprobación interno. La nueva circunstancia adversa -la guerra en Ucrania- está siendo enfrentada con la misma ductilidad.

Hay algo que no debe ser pasado por alto: la pandemia fue un cimbronazo y pico pero el Uruguay la ha dejado atrás y se siente bien y fortalecido por su desempeño en ella (a pesar del discurso de los contras). El ánimo de la gente es positivo, es de confianza. En primer lugar de confianza en sí mismos. El Producto Interno Bruto (PBI) se ha recuperado y está en los niveles pre-pandemia. El salario no se ha recuperado aún pero los niveles de ocupación sí. El uruguayo medio siente la estrechez pero está con confianza. No sabe mucho qué es o cómo se mide el PIB pero sabe cómo se está sintiendo él y entonces se va tranquilamente a acampar o viaja a las termas. Por la terminal de Tres Cruces no pasan los millonarios y esta Semana Santa pasó más gente que dos años atrás, antes de la pandemia. Eso dice mucho: Tres Cruces habla más fuerte que todo lo que van a vociferar los discursos del primero de mayo.

Un pueblo animoso supera cualquier dificultad: se agranda en las dificultades. Las medidas económicas oportunas (no las inmovilizadas en la ideología) son necesarias. Pero el estado de ánimo de la población es más determinante. Y la política, entre otras cosas, es uno de los soportes de los estados de ánimo populares: esos estados que, por encima de las circunstancias adversas o favorables, son los que hacen caminar a los pueblos o quedarse enfurruñados en la queja.

Así como en la lucha contra la pandemia nos manejamos bien -tanto mejor que nuestros vecinos- así también será en las dificultades económicas que sobrevendrán. Como cantaba el rubio Lena allá en Treinta y Tres: “que la noche sea muy negra no es dificultad mayor, llevando firme la rienda y el tino por rumbeador”.

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