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Tiempos inciertos

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Resulta evidente que el Uruguay se va internado en un tiempo donde las preguntas suenan más fuerte que las certezas, un tiempo sin apoyos firmes; tiempo que Vázquez prometió distinto (“traigo certezas”) y tan prematuramente mostró que no podrá cumplir.

Resulta evidente que el Uruguay se va internado en un tiempo donde las preguntas suenan más fuerte que las certezas, un tiempo sin apoyos firmes; tiempo que Vázquez prometió distinto (“traigo certezas”) y tan prematuramente mostró que no podrá cumplir.

El tiempo de Mujica fue el tiempo de la improvisación, del caos y del derroche. Pero la abundancia económica tapaba todo; el estómago ahíto y el cinto lleno nublan la mirada: la acortan sensiblemente. El fin de la bonanza reclamó como urgentes las certezas prometidas: ellas no se han materializado.

El mundo que nos rodea dejó de tener claridad y se ha puesto turbio. ¿Qué va a pasar con el Brasil? Su declinación nos complica, la frontera se volvió amenaza y el contrabando gran negocio. ¿Qué va a pasar en Argentina? ¿El nuevo gobierno será menos hostil? ¿Será nuevo? ¿La Fed subirá las tasas? ¿Qué va a pasar con el dólar?

Y acá, en casa, ¿qué va a pasar con el campo? Los precios de la leche y de los granos han bajado a la mitad y los costos del Estado y de la mano de obra no bajan a la medida. Mucha gente se va a empobrecer, mucha gente se va a endeudar, mucha creación empresarial moderna y tecnificada del agro se va a arruinar (para seguir manteniendo a los que no producen nada: la burocracia, los funcionarios públicos, las empresas como Ancap).

¿Qué va a pasar con el gobierno? La firmeza atribuida a la personalidad de Vázquez se evaporó de forma imprevista y prematura; si en los tramos iniciales ya estamos con ese índice de anemia política ¿qué queda para el tiempo que falta?: un gobierno sin partido de gobierno. Antes deplorábamos que hubiesen dos equipos económicos; hoy tenemos dos Frentes Amplios y, en este caso, dos es menos que uno.

¿Qué va a pasar con el Presupuesto? Todas las reparticiones del Estado, todos los organismos del artículo 220, todos los sindicatos y todo el que pueda presionará por la suya a muerte, sin ningún miramiento ni referencia al bien común: rebatiña sangrienta generalizada.

¿Qué va a pasar con la Justicia? Parecía que era el último o, por lo menos, el más sólido baluarte no sólo de sensatez sino de consistencia institucional. Los pronunciamientos más recientes han dado paso, muy de golpe por cierto, a tremenda incertidumbre.

¿Qué va a pasar con la enseñanza? ¿Con la seguridad? ¿Con los partidos políticos desvanecidos? ¿Con los sindicatos desaforados? No sabemos; nada de eso sabemos. Lo que sí sabemos es que en momentos así se genera y se extiende como metástasis por todos los estamentos de la sociedad un gran egoísmo: cada uno busca salvarse y defender la suya sin consideración a nada ni a nadie más.

Lo que debemos hacer es no resignarnos: luchar por cambiar lo que esté en nuestras manos cambiar y no entregarnos a lo que no podamos cambiar (hasta que llegue la ocasión del cambio). No es propalando ilusiones engañosas la forma en que el Uruguay ha de enfrentar los tiempos duros que ya empezaron. Hay que evitar absolutamente decir que no va a pasar nada: eso es una mentira, piadosa en algún caso, interesada en otros.

Finalmente, en estos tiempos de incertidumbre la mejor contribución a la República será el combate al egoísmo del pánico. Decididamente. Y la práctica y fomento de la solidaridad: solidaridad personal y solidaridad institucional. La salvación es colectiva; en este caso, la dignidad también.

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Juan Martín Posadas

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