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Te remanga y ven

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Cuando el uruguayo llega a sobrepasar cierto nivel de ingresos procura conseguirse una casita de veraneo o lugar de fin de semana. Así se pobló la orilla canaria del arroyo Carrasco y ha seguido hacia el Este, al ritmo de las rachas de bonanza.

Ese mismo uruguayo tiene compulsión a ponerle nombre a esa casa o lugar y ha elegido las combinaciones más originales, que se inscriben en los frentes de las casas. La gente del interior que no tiene playa a mano, siguiendo el mismo impulso, se compra unas cuadritas de campo a la salida del pueblo. También allí se inspiran en la elección de nombres.

Hace muchos, muchos años, cuando la vida me había llevado a vivir en el Norte, un día, saliendo de Rivera por la ruta 27 rumbo a Vichadero pasé por delante de uno de esos sitios de fin de semana que tenía su nombre labrado en un panel de madera. Han pasado tantos años, quizás ya no exista el cartel, pero la gente vieja se ha de acordar. Yo no lo he olvidado. Entre orgulloso e invitador y según el habla de aquellos lugares, la inscripción del cartel era: “Te remanga y ven”. Ese era el nombre.

Interpreto sin temor a equivocarme que este gobierno recién elegido está colgando un cartel similar. El Presidente electo, Luis Lacalle y su Partido convocaron a una coalición de Partidos para votar juntos en el balotaje y luego para gobernar juntos en coalición. Ahora la invitación se extiende a todos los uruguayos para que nos dispongamos (nos arremanguemos) a la tarea común.

En el transcurso de los últimos años el Uruguay se ha ido envolviendo en un discurso confrontativo, una lógica binaria, de dos mitades sin contacto entre sí. El Uruguay se explica hoy a sí mismo en un idioma de exclusión: ellos y nosotros. A partir de esa lógica se ha organizado la política.

No hay que embarullarse con esto (ni dejarse embarullar). La mayor parte de la historia política del Uruguay es la de dos mitades, los blancos y los colorados: dos formas de interpretar y sentir el país. Pero ambos con una convicción, consolidada a partir de la Paz de Abril (1872), de que el país se hacía no sobre la exclusión de uno o del otro sino en la resultante de ambos.

Ese sensato lenguaje se ha vuelto ininteligible para algunos sectores menores. Basta leer la declaración del Partido Comunista después de esta elección. “Llamamos a resistir la restauración conservadora”… “Hay que organizar la fuerza política y social capaz de enfrentar esta agenda represora en el Parlamento y en toda la sociedad”… “No hay lugar para falsas expectativas: el ajuste, el recorte de derechos y la concentración de la riqueza serán el signo de las acciones de este gobierno, también el alineamiento con Estados Unidos”... etc. (El País 2-XII-19). Juan Castillo, Marina, Andrade, Abdala, Núñez y cofrades bajaron al depósito, sacaron el viejo relato marxista (que tiene fecha de vencimiento definitivo en la caída del muro de Berlín) le soplaron el polvo y lo entregaron a la imprenta, asombrándose una vez más de la creatividad intelectual de su Partido.

Pero ese mundo aunque muy notorio es muy pequeño. Una gran parte del Uruguay, incluidos los cientos de miles de votantes que el Frente Amplio ha ido perdiendo desde 2010, se aburrió de esa repetición, se soltó de esa rutina, no se traga más ese relato y tiene disposición primaria a responder a la nueva convocatoria, atraídos por una invitación que no es para unirse al partido de gobierno sino a levantar los ojos de la grieta y arremangarse para dar una mano al país.

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