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Segundo análisis

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JUAN MARTÍN POSADAS
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El surgimiento de Cabildo Abierto produjo sorpresa general. 

Este nuevo partido político de fulminante aparición despierta alarmas e interrogantes no porque sea un Partido militar -que no lo es ni pretende serlo, ni hubiera atraído tanto voto por serlo- sino por la facilidad con que consiguió cuarenta y poco de mil votos, en poco tiempo y con poca plata. Eso requiere reflexión. 

Este nuevo Partido casi no tuvo tiempo ni de escribir sus propios estatutos y, sin embargo, resultó muy elocuente para explicarse a sí mismo ante la ciudadanía. Su rústico mensaje habla en un lenguaje que las circunstancias que vive hoy nuestro país tornan muy claro. Cabildo Abierto tuvo el relativo éxito electoral que tuvo porque sintonizó con tres aspectos de la realidad de nuestro presente. Lo resumo en tres conceptos: ejecutividad, seguridad y orden.

Lo que tiene que ver con ejecutividad refiere al hartazgo que los estilos políticos han despertado (acá y en todo el mundo). Los políticos, antes tan respetados y seguidos, han pasado a ser considerados un hato de charlatanes, discutidores de todo pero incapaces de resolver nada, que todo lo dilatan y lo estiran escuchándose a sí mismos. Aunque resulte una comparación incómoda, esa fue la base (exitosa) del discurso electoral de Trump contra Hilary Clinton: denostar la clase política como una comparsa de incapaces y martillar la idea de que Washington -sede del Parlamento y domicilio por excelencia de la clase política- era “the swamp”: el pantano. Un militar, Manini en este caso, encarna lo contrario, es decir, pocas palabras, ejecutividad, órdenes tajantes de cumplimiento inmediato. Ese mensaje es interpretado favorablemente en los tiempos que corren.

La seguridad, tan cruelmente en falta en la vida cotidiana de los uruguayos, donde no hay quien no tenga un amigo asaltado o un pariente rapiñado, hace escuchar con atención cualquier mensaje que evoque a un vigilante: alguien que encuentre al elemento amenazador, lo persiga, lo pesque y lo meta preso. Se podrá discutir la efectividad o la conveniencia y mil aspectos más (eso es lo que hacen los políticos, cfrt ut supra) pero lo que resulta indiscutible es la conexión inmediata entre ese imaginario protector y el ciudadano que padece inseguridad. Aquí también las circunstancias que vive el Uruguay hacen que muchos presten más atención a ese mensaje que a los carteles que los gurises cuelgan en la puerta del liceo.

El último punto es el orden. Hace un tiempo, cuando empecé a notar el menguante del Frente Amplio, escribí que la nota básica del discurso opositor, más allá de cualquier programa de gobierno, debería ser: se acabó el relajo, ¡basta de relajo! En términos más pulidos varios dirigentes empezaron a incluir en sus discursos la noción de gobierno ausente y reclamos por el ejercicio de la autoridad. El relajo va desde los escolares (o sus mamás) que le pegan a la maestra hasta los dirigentes sindicales que decretan el control obrero en la planta del gas u ocupan Fríopan. Alcanza con ver la cara de Manini para interpretar un llamado al orden. También este tercer elemento “calzó” con una realidad concreta que se vive hoy en el país.

Por estos tres elementos, sin propaganda y sin un peso, Cabildo Abierto cosechó de una 40.000 votos. Qué podrá hacer efectivamente respecto a esos tres problemas es discutible; lo que no es discutible es que ahí está la explicación de la sorpresa electoral.

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