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Políticos y periodistas

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JUAN MARTÍN POSADAS
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La política y el periodismo están vinculados entre sí de forma más estrecha de lo que parece (o de lo que en ambos lados estarían dispuestos a admitir). El efecto de esa imbricación -que es necesaria- no es bueno; por lo menos no lo es hoy y acá.

Políticos y periodistas se necesitan mutuamente, se influyen mutuamente y se condicionan mutuamente. Los periodistas son el alma de los medios de comunicación; en los hechos manejan la comunicación. Y la política -por lo menos en las democracias- es básicamente comunicación. Comunicar es hacer público lo que el político dice y le interesa propagar y es hacer público lo que el político hace (tanto cuando a éste le interesa que se sepa como cuando preferiría que no).

El periodista tiene primordial importancia en la selección de los temas: él es quien pregunta, quien elige el asunto. Aquí entra en juego un código de ética del periodismo: cuándo tiene importancia pública que la gente se entere de tal o cual hecho y cuándo es solo chismografía barata, que rinde audiencia (porque el escándalo o la sospecha siempre venden, ¿no?). El periodista también tiene el control de los tiempos: esto lo largo ahora o espero a la víspera de la elección…

Pero la principal imputación que se le puede hacer al periodismo hoy en nuestro país es la banalidad. El periodismo está afectando la política a través de la banalización. El que confecciona las portadas o elige los titulares es el periodista y el político -muchos políticos- vive pendiente de esos titulares. Aunque haya una agenda de gobierno o partidaria establecida hace meses, el que pregunta dirige la comunicación y encamina el asunto. Son pocos los políticos que se animan a decir: no quiero empezar por ahí, o: su pregunta desenfoca el asunto de lo importante, o cosa por el estilo. Al no animarse a esto el entrevistado comienza a dar rodeos, circunloquios, se va del tema, vacila… Eso lleva a que la gente tenga un pobre concepto del político, como gente que no habla claro o no sabe lo que quiere. El periodista puede argumentar: yo no obligo a nadie, si es grandecito que se cuide él… y algo de razón tiene.

El periodismo está afectando la política de nuestro país a través de la banalización.

Otro defecto del periodismo actual es que se ocupa poco de los hechos, de lo que sucedió, y está siempre refiriéndose al futuro, a lo que está por pasar. No preguntan cómo fue la sesión de hoy sino qué va a plantear Ud. en la sesión de mañana. El afán por la primicia se convirtió en la especulación sobre el futuro. Pasan preguntando y preguntándose quién será el candidato del Partido Nacional para las próximas elecciones. Faltan tres años, pero vuelven sobre el tema todas las semanas. No informan sobre la actividad de la coalición de gobierno sino especulan si va a durar o se va a romper. Todas las semanas. La conjetura, el palpite o la especulación pasan a ser la materia prima que llena páginas de diario y horas de radio. Consecuencia: la política toma características del capítulo diario del novelón de la tele.

Se ha creado -o admitido- una dependencia: el político que no sale en los medios (diarios, radio o en la tele) siente que desaparece, deja de existir. Ante la perspectiva de esta amenaza algunos políticos no se animan a contrariar al periodista y le siguen la corriente y esa corriente conduce a la banalización.

Finalizo disponiéndome, resignado, a recibir pedradas desde ambos lados. Pero mantengo lo dicho.

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