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Antes del partido

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Juan Martín Posadas
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La tarea de producir semanalmente un artículo de opinión o análisis político, todos los domingos, invierno y verano sin faltar nunca, es una tarea exigente.

Mantenerla mientras tiene lugar el campeonato mundial de football, puede llegar a ser heroico, en la medida en que uno sabe que la atención aplicada al campeonato difícilmente estará disponible para otra cosa. Y el asunto adquiere características kafkianas cuando quien escribe tiene obligación de entregar los viernes (antes del partido) algo que será leído este domingo (después del partido). Escribo, pues, sin saber a cuál Uruguay dirigirme. Atento a ello voy a volver sobre un tema que he desarrollado otras veces pero requiere más.

Por un conjunto de circunstancias el Uruguay está viviendo un clima de expectativa preelectoral. Falta mucho para las elecciones y la campaña aún no ha comenzado, pero como las elecciones que vienen pueden marcar —es muy probable que marquen— un cambio de época, este año (ya viene desde el año pasado) se vive con una expectativa especial: el Frente Amplio está en su cuarto menguante y es probable que su ciclo esté llegando a un final. Hace mucho que eso no se daba.

La rotación de los partidos en el gobierno es una característica de la democracia; es más, se trata de una condición necesaria para que se pueda hablar de democracia. Todos los uruguayos estamos de acuerdo con esto hasta que alguien menciona a Cuba; en ese instante por lo menos la mitad de la concurrencia empieza a tartamudear y a cambiar de tema. En lo concreto solo hay democracia cuando los que no están en el gobierno tienen chances reales de acceder a él. Dicho de otro modo más crudo pero más realista: hay democracia cuando el gobierno puede perder las elecciones.

Las condiciones políticas y económicas regionales (y nacionales) hicieron, en los últimos diez o doce años, muy difícil y remoto que el gobierno cambiara de manos. Pero los tiempos y las circunstancias fueron cambiando y se comenzaron a abrir oportunidades para que la rotación de partidos en el gobierno tuviese lugar.

Las condiciones están, ahora falta aprovecharlas. La flaqueza del poderoso de otrora no alcanza por sí sola: hace falta el empuje que viene de abajo (o de afuera) para que la oportunidad se concrete en realidad. La rotación de los partidos en el gobierno no se produce sola, como si fuera un otoño que llega todos los años, siempre previsible, siempre igual en su amarillear espontáneo de la hojas de los árboles. Por más asténico y asfixiado en sus propios nudos que esté el Frente Amplio de hoy, hace falta un empujón y hace falta un entusiasmo sustitutivo, es decir, un actor político capaz de contrapesar por un lado y de llenar el vacío por el otro.

En nuestro país están efectivamente dadas las condiciones para que haya una rotación de partidos en el gobierno. Las debilidades y flaquezas corrientes del Frente Amplio son notorias, las he descrito en varios artículos como una fase de menguante político, un ocaso de la vitalidad y dinamismo que, en otros tiempos, le dio victorias rotundas y una clara hegemonía. Eso se acabó. Quien está actualmente en el lugar de retador con chances de ganar no es la oposición (concepto abstracto, a lo más, aritmético) sino el Partido Nacional. Su chance de victoria está a la vista, su propuesta todavía no. No se debe dilatar mucho.

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