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La oposición

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JUAN MARTÍN POSADAS

Está pasando algo extraño: el gobierno no asume su lugar como gobierno y la oposición no encuentra su lugar como oposición. De lo primero hay suficientes evidencias. En cuanto a lo segundo quiero analizar lo que refiere al Partido Nacional.

Circula una versión que sostiene que el Frente Amplio, en su amplísimo abanico, abarca gobierno y oposición: quedó todo adentro. No es así. Hay sectores del Frente que parecen opositores; no están de acuerdo con muchas decisiones y sienten que viejas aspiraciones, agitadas en tantos mítines, no son recogidas en los discursos oficiales. Pero esto no es -como creen algunos- resultado de una perversa estrategia para estar en todos lados a la vez sino consecuencia del cósmico despelote (perdóneseme el mujicismo) que impera en una fuerza política muy numerosa y heterogénea.

Quienes sienten que el partido de gobierno está usurpando el lugar de la oposición y los deja sin asunto no han comprendido que hacer oposición no es simplemente decir a todo que no. El gobierno ha empujado iniciativas políticas inaceptables que el Partido Nacional debe denunciar sin ambages y sin vacilaciones. Pero -y esto es lo importante- constituirse en oposición política digna de ese nombre supone algo más: mucho más. El lugar político propio de la oposición, más que receptáculo de la crítica y el rechazo, es el lugar donde se encuentra la alternativa, el sitio donde se elabora lo otro, lo distinto.

No han faltado quienes, haciendo gala de una memoria más enaltecida en otros cálculos, afirman que, en el pasado, de las filas frentistas no salió otra cosa que un NO general y que eso les rindió enormes dividendos electorales. Reproducir esa estrategia -insisten- promete a quienes hoy digan no a todo una similar victoria para la próxima. Además de poco ético ese es un análisis equivocado. Que el Frente Amplio haya hecho oposición sistemática en el pasado no se puede discutir. Que ese haya sido el secreto de su éxito electoral es un simplismo que deja por el camino mucha cosa (entre otras, los efectos de nuestros errores). El Frente Amplio fue elegido por muchos orientales porque lo percibieron como la alternativa. Que uno piense que se equivocaron es otro tema.

El lugar de la oposición no está ocupado por aquellos sectores del Frente Amplio que el periodismo liviano denomina radicales (y sólo son incordios). Ese lugar no será ocupado por quienes inviertan sus ardores políticos exclusivamente en la negativa (sobre todo en la actual ecuación de fuerzas que no permite impedir nada). El lugar de la oposición política, hoy como siempre, estará ocupado por quienes logren constituirse frente a la ciudadanía como la alternativa, es decir, el partido o el sector que formule, de modo coherente y creíble, una perspectiva diferente para los rumbos del país.

Esa tarea política -constituirse en alternativa- le resulta hoy particularmente difícil al Partido Colorado y más fácil al Partido Nacional. El Partido Colorado tiene elementos constitutivos que han sido retomados por el Frente Amplio (tema de mis notas anteriores). Lo que en el Uruguay es realmente lo otro es el Partido Nacional.

Es la nación por encima del estado, es la puntillosa observancia de la legalidad como garantía en todos los procedimientos (seguridad jurídica), es la libertad como compromiso permanente, es lo nacional por encima de cualquier internacionalismo o regionalismo. Explicar y difundir todo esto resulta más productivo que decir que no.

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