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Ocupados o liberados

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Estamos por culminar el último paso del ciclo electoral.

En circunstancias normales (o ideales) el asunto tendría que tomarse como un procedimiento rutinario, sustentado por el criterio de que no es bueno que el gobierno esté siempre en las mismas manos y que el pueblo tiene periódicamente pautado el derecho a confiárselo a otros. En consecuencia: cada tanto se vota y, como dicen los jóvenes, no hay drama.

Pero esta vez estamos ante una situación diferente. Unos más otros menos, toda la ciudadanía lo percibe. Lo que hace más visible esta singularidad son las actitudes de quienes han estado hasta ahora en el poder y visiblemente lo han considerado como permanente; ahora empiezan a vislumbrar indicios de que lo van a perder y la forma en que reaccionan pone de manifiesto ciertas cosas.

El Frente Amplio había llegado a ocupar de tal modo la totalidad del espacio público (político, sindical, cultural, etc.) que impedía hasta imaginar otra distribución del poder. Así como el batllismo, durante muchos años, ocupó casi totalmente el imaginario colectivo más todos los escalafones del gobierno (al punto que Wilson, con humor, decía que en el Uruguay había un solo partido político, el Partido Nacional, porque el Partido Colorado era otro nombre que se le daba al gobierno) en modo similar (cuantitativamente aunque no cualitativamente) el Frente Amplio fue ocupando casi todo el horizonte político.

Pero en el caso del Frente se añade una diferencia sustancial. En virtud del ADN marxista (o por otras causas, si esta no le convence al lector) en el Frente es doctrina aceptada que ellos son la única opción política justa, popular y, por ende, respetable. Ese convencimiento generó y legitimó una práctica de ocupación de todos los lugares de gobierno por sus militantes y de colonización ideológica de la cultura, los sindicatos, la Universidad y el imaginario colectivo. De ahí proviene la sustantiva dificultad que está mostrando el Frente en aceptar con naturalidad los mecanismos democráticos y normales de rotación en el poder.

Es a partir de las actuales reacciones de la dirigencia frentista que va quedando claro para todos el rasgo determinante de estas elecciones: no son un cambio rutinario entre las diferentes opciones legítimas de gobierno sino una lucha por mantener la ocupación del gobierno de un lado y, del otro, por la liberación. Unos ven su posición dominante amenazada y otros ven la oportunidad de liberarse por fin del dominio, y así han votado. Dicho en otros términos: estas elecciones son el terreno de una lucha entre exclusivismo y pluralismo, entre la ocupación y la liberación.

Termino con una evocación. Un año atrás tuvo lugar un episodio que simbolizó lo que iba a pasar y está pasando en nuestro país. En Santa Clara del Olimar desembarcó un contingente del Pit-Cnt para intervenir en un problema laboral y al llegar ocuparon la única estación de servicio, impidiendo a todo el pueblo cargar combustible. Fue un caso de ocupación que, en este como en todos los casos, es aplicar la pesada. La gente de Santa Clara se indignó y desalojó a los ponchazos la estación de servicio ocupada. Eso mismo es lo que está pasando ahora: el que no lo ve es por incapacidad de interpretar los simbolismos y las señales de los tiempos. Estas elecciones son una desautorización de la legitimación de la pesada y un paso de liberación. ¡Arriba Santa Clara, canejo!

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