Publicidad

El nuevo partido

Compartir esta noticia

Sebastián Da Silva

Al abrirse las urnas quedaron confirmadas las nuevas coordenadas hacia adentro del Partido Nacional. Tanto en las realidades sectoriales, como las departamentales, como las personales o en el desempeño de tal o cual Agrupación, quedó reflejado el apoyo popular y su consiguiente representación en el mapa partidario.

Todo, para bien o para mal se reduce al veredicto de las "latas", y ante su pronunciamiento pocas excusas se pueden dar. Como en toda elección surgieron nuevos y ascendentes liderazgos, confirmaciones, revelaciones y hasta jubilaciones anticipadas, que resumen estrategias, acciones, omisiones y el trabajo de los últimos años.

Reitero, de nada sirven las excusas, el frío corrió parejo para todos y las reglas del juego la sabíamos con suficiente antelación.

Pero mas allá de esta introducción perogrullesca, la realidad marca que los dos sectores en pugna obtuvieron una formidable votación, juntos lograron ganarle a la áspera disputa del Frente Amplio y si lo cuantitativo es obviamente definitorio, lo fundamental del 28 de junio o más bien de la madrugada del 29, fue el resultado cualitativo del abrazo de la flamante fórmula para regocijo de todo el que alguna vez vibró con la divisa de Oribe.

Nunca en la historia reciente, los troncos históricos del nacionalismo tuvieron una demostración tan rotunda, tan nítida, tan robusta y hasta tan inoxidable, de unidad como la demostrada en el balcón de la casona de la calle Juan Carlos Gómez.

Desde la reconstrucción democrática a la fecha, las dos corrientes de opinión determinantes en el Partido Nacional no estuvieron reflejadas en una fórmula presidencial.

En el 84, Zumarán tuvo como compañero a otro referente wilsonista, en el triunfo del 89, Lacalle intentó reflejar algo parecido, pero no era el cerno del Movimiento Por la Patria. En el 94 existió una gran dispersión de candidaturas más tipo "pan con pan" que complementarias, en el estreno de las internas y hasta el día de hoy, los candidatos ungidos no tuvieron como compañeros a protagonistas fundamentales de la "otra pata" de la mesa partidaria.

En esta ocasión todo cambió, sin mediar repartijas de cargos, sin esconder los matices sectoriales que hubo, hay y habrá en un Partido sin unanimidades. Y mirando por sobre todas las cosas la enorme responsabilidad que se tiene para con la Historia del Uruguay, en media hora los dos máximos referentes del Partido Nacional se pusieron de acuerdo para conformar una fórmula imbatible, que el domingo 25 de octubre, podrá ganarle al Frente Amplio de Mujica, en respeto, en paz y sólo a base de ideas.

El Uruguay y los uruguayos conocen algunas de las aristas más salientes de los blancos, saben de la experiencia, del dinamismo y del fogueo que caracterizan a los herreristas, así como de la renovación, del equipo y de la sensibilidad que simboliza el wilsonismo de Alianza Nacional.

Lo que el Uruguay y los uruguayos no conocen es la formidable potencia que se adquiere cuando se conjugan estas señeras escuelas de formación democrática.

Lo están empezando a conocer, y en el tiempo que resta de acá a las elecciones de octubre se enamorarán de ver a un Partido amplio, vigoroso y comandado por sus máximos referentes: Lacalle y Larrañaga.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad