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Modelos e izquierdas

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JUAN MARTÍN POSADAS
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En esta semana que pasó tuvieron lugar dos episodios electorales, ambos cercanos a nosotros, aunque de un modo diferente. Hubo elecciones en Brasil y hubo una cosa parecida (remotamente) en China.

Dos países muy diferentes entre sí pero que ambos tienen que ver con nosotros: son socios comerciales muy importantes pero, además, para algunos, son, fueron, o se espera que sean, modelos.

En Brasil se votó el domingo pasado y se develó la incógnita: hasta ahí el asunto venía cabeza a cabeza. El triunfo de Lula ha sido festejado tanto en el propio Brasil como en todas las izquierdas latinoamericanas. Se lo festeja como el arribo del mesías (aunque el que lleva el nombre sea el otro: Jair Messias Bolsonaro).

Las izquierdas latinoamericanas necesitan triunfos. El viejo modelo -Cuba- hace tiempo que no da más jugo. Más bien da lástima. ¿Hugo Chávez? Esa necesidad hace que sean inscriptos como izquierda Castillo con su sombrero, AMLO con sus ambigüedades o la familia Kirchner.

Lula es un poco más serio que todos esos. Yo diría, más bien, que es más pragmático (aunque en un momento dado ese pragmatismo empujó a su partido a darse contra el código penal). Sus seguidores están exultantes: es de esperar que no lo arrastren fuera del pragmatismo a los espacios del delirio.

Al aceptar la victoria electoral y reconocerse como futuro Presidente Lula pronunció un discurso en un tono de redención nacional. Fue un discurso leído, es decir, cuidadoso de no salirse del libreto. Allí enumeró sus metas y desplegó sus compromisos y sueños para el Brasil del mañana. Olvidó o no incluyó algo importante: el Brasil del mañana contiene o está hecho de una mitad que no lo votó a él. Lo mismo debería haber hecho Bolsonaro de haber ganado él.

Una vez, hace muchos años, en una víspera electoral de nuestro país, escribí que yo no estaba dispuesto a votar a un candidato que no hubiese explicitado qué iba a hacer con el Uruguay que no lo había votado. Lula cometió un error político al no dirigirse en su primer discurso también al medio Brasil frustrado, para el cual y con el cual también va a tener que gobernar. En general ese tipo de realidades básicas no tienen lugar en las cabezas de las izquierdas latinoamericanas: en esas cabezas el pueblo está 100% con ellos (aunque la mitad no esté).

El otro episodio electoral (o que lleva ese nombre por llamarse de alguna manera) es el de China. Podríamos desentendernos: China está tan lejos y habla en chino. China ya no es más, como en un tiempo fue, un modelo por lo menos verbal para las izquierdas. Los desorientó a todos cuando, un día, dijo: a partir de ahora vamos a dejarnos de embromar con la exaltación del proletariado, la abolición de la propiedad privada, la plusvalía y la lucha de clases. Vamos a construir una China bien alimentada, que se vista como quiera y no más con túnicas tipo Mao, que pueda cambiar de lavarropas cada tanto y que no fastidie con libertades cívicas o con derechos políticos.

Qué pasa atrás de esos inescrutables ojos rasgados y en los salones donde se corta el bacalao, no lo sabemos. No sabemos cómo nació allá el Covid19 y tampoco sabemos por qué, ahora que se acabó en el mundo, ellos siguen confinando ciudades enteras. ¿Cómo piensa China que debe funcionar el mundo? ¿Cuándo va a decidirse a meter mano en ese negocio? Nadie sabe. Desde ayer China tiene un emperador.

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