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Mercosur

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JUAN MARTÍN POSADAS
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El trato que nuestro país ha recibido de parte de sus vecinos ha hecho que hayamos perdido las ilusiones que, en un tiempo, despertó el Mercosur.

La retórica fue ahogando tanto a la política como a la sensatez; el trampolín pasó a ser encierro, las bases que se invocaron como fundamentos fueron debilitándose en los impulsos de ampliación. El ingreso forzado de Venezuela y después, ya en el delirio, la Unasur hicieron que el realismo mágico sustituyera la política. Lo que pretendió ser una unión que hiciera la fuerza ha generado una carga que debilita: impide al Uruguay concretar acuerdos fuera de la región y nos obliga a pagar aranceles para nuestros productos a la vez que cierra la puerta a importaciones que necesitamos.

Desde el gobierno de Jorge Batlle para acá todos los gobiernos han lamentado la situación sin animarse a movimiento alguno que procurase sacarnos del encierro. Frente a la inercia el actual gobierno ha hecho pública su decisión de emprender acciones, sin por eso buscar salirse del tratado ni perjudicar a nadie. Se trata de una iniciativa necesaria pero arrojada.

Lo primero a tener en cuenta es que esta decisión a dar los primeros pasos en el sentido que acaba de anunciar el Presidente deberá necesariamente adquirir la consistencia indispensable incorporando a todos los partidos políticos: a los partidos de la coalición de gobierno y al Frente Amplio. Es decir, el primer paso es que se convierta en un proyecto nacional. Los antecedentes para ello son fáciles de encontrar en las declaraciones de los gobiernos anteriores.

Pero parece oportuno señalar algunas complejidades. Son dos. No me refiero a las complejidades obvias de orden económico: aranceles, tarifas, beneficios medidos en cifras pro y contra. Hay otras complejidades a tener en cuenta y que no aparecen en la superficie.

Aunque se trata de algo difícil de definir y manejar, esta decisión del presidente Lacalle Pou hará entrar en juego y movilizar algo que tiene que ver con el relato sedimentado respecto a cuál sea el lugar del Uruguay en el mundo (la patria grande, etc.): quiénes son los aliados con quienes cuenta el país y quiénes los extraños. Hay un terreno económico donde manejar el asunto pero no es prudente ignorar las categorías del imaginario nacional. Es a través de la ubicación en lo externo o internacional donde también se produce una definición de nosotros mismos: en ella nos estamos diciendo a nosotros mismos quiénes somos (o queremos ser).

Lo otro que está subyacente y habrá que tener la destreza de manejar es, brevemente, lo siguiente. Es claro que en el país se ha cerrado un tiempo, una época, la era frenteamplista. Lo que se ha abierto, o por lo menos lo que vino después, es un período donde aparece una voluntad de encarar cosas que, en el período anterior y según la lógica del período anterior, eran intocables. El relato del período anterior ha sido desplazado (no aniquilado) por otro relato de lo que el país debe hacer, que estaba presente en el proyecto electoral que se votó y cuyo impulso explica casi todo. Estuvo en la forma de encarar la epidemia del Covid y es sobre ese pentagrama básico que hay que leer la propuesta de repronunciar nuestra presencia en el Mercosur. No sé si me explico.

Cabe al Partido Nacional, a la autoridad partidaria (Directorio) y a todos sus dirigentes, explicitar las características de este relato aplicables en el caso (Mercosur).

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