Publicidad

Memoria de 1980

Compartir esta noticia
SEGUIR
juan martín posadas
Introduzca el texto aquí

Días atrás se cumplieron cuarenta años del plebiscito de 1980, episodio digno de conmemoración.

Fue algo sin antecedentes: un pueblo sometido a una dictadura militar, aparentemente ablandado por el rigor y la duración de la misma, que encuentra dentro de sí recursos para oponerse a un proyecto que se ofrecía como una forma de salir pero que era, en realidad, una forma de entrar. En tren de contribuir a la preservación de esa memoria voy a transcribir parcialmente algo que escribí para la revista La Plaza en junio de 1980.

“Muchas veces los hombres o los pueblos protagonistas de hechos históricos no captaron en su momento toda la importancia de lo que estaban haciendo. Después de todo, no lo hacían para quedar en la historia -reconocimiento que viene después de muchos años, si viene- sino por algo inmediato, urgente y valioso. Pero, si bien es cierto que la trascendencia de muchas actitudes que luego fueron decisivas pudo escapar en un primer momento a sus autores, también es cierto que ningún pueblo, ningún grupo de hombres hace algo positivo y valioso para sí y para su futuro estando distraído, desganado y como por casualidad. Pruebas de ello hay en la historia que muestra instancias de oportunidades increíblemente perdidas. Pueblos que llegaron a encrucijadas decisivas y no se dieron cuenta de que en ese momento podían elegir: ni siquiera se dieron cuenta de que hubiera algo para elegir. Naciones hechas al rigor del vasallaje y que, un día, tuvieron al alcance de la mano las llaves de su destino y no atinaron a usarlas.

Este tiempo que empieza a vivir el Uruguay encierra una oportunidad decisiva. No porque vaya a haber plebiscito, o algo así. O porque nos vayan a dar permiso para hacer cosas que antes no estaban permitidas. Se trata de otra cosa. De una confluencia sutil de detalles que, por esas vueltas de la vida o de la historia, hacen que los uruguayos estemos un poquito más cerca. ¿Más cerca de qué? Más cerca de sentirnos capaces, de sentirnos dueños.

Los pueblos tienen un enorme sentido práctico que los lleva a no hacer nada, a guarecerse y encerrarse en sí mismos cuando no ven posibilidades concretas de hacer algo con éxito. Pero si se dan cuenta que después de un invierno tan largo, el río de los acontecimientos, con tantas tormentas y temporales, ha ido cambiando su cauce, y donde no había paso ahora parece que hay, entonces comienza a germinar la decisión. Es el momento en que pueden empezar a pasar cosas, y nacen las ganas no ya de que pasen cosas sino de hacerlas pasar. Si sabemos sacudirnos de encima el letargo, si empezamos a escuchar y a mirar con atención, nos iremos preparando para aprovechar la oportunidad que se perfila. Si todavía seguimos distraídos, encerrados en nosotros mismos con el viejo miedo de ayer, entonces perderemos la oportunidad. Y al perderla habremos perdido mucho”.

Conservo con cariño este viejo texto de aquel tiempo en que un puñadito de orientales se dio cuenta que se había entreabierto un rendijita y nos pusimos a hacer lo que cada uno podía desde el lugar en que estaba. Han pasado muchos años: después de esa época yo he tenido cargos y algún reconocimiento; sin embargo lo galones que atesoro y las condecoraciones que guardo con mayor estimación son los que, en aquellos tiempos de riesgo, la gente común, el ciudadano de a pie, confería en silencio, casi que solo con la mirada.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumJuan Martín Posadas

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad