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La LUC

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JUAN MARTÍN POSADAS
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La LUC no es una ley: es un emblema: hay que entender esto de entrada y no confundirse (sobre todo no dejarse confundir). Hay cosas que son y cosas que llegan a ser: lo que llegó a ser es lo que hay que tener en cuenta. Hoy la LUC ha llegado a ser antes que nada un emblema.

Nadie conoce el contenido exacto o completo de la LUC. Ya lo dijo en su momento directa y claramente el Presidente del Pit-Cnt Fernando Pereira. “Nadie” quiere decir el ciudadano común y corriente. En esa numerosa categoría se encuentran Fernando Pereira y la mayoría de la gente (yo incluido). Si esa es la situación real -y creo que efectivamente lo sea- es en esos términos que debe ser manejado hoy el asunto.

Firmar o no firmar para habilitar el plebiscito es firmar o no firmar contra el gobierno.

La decisión política del gobierno -si es que en algún momento se tomó formalmente- de no entrar en una discusión pública o mediática a propósito de la Ley de Urgente Consideración es una decisión inteligente y sabia. Cualquier propósito de internarse en una campaña de complejas explicaciones, desarrollando punto por punto los beneficios que esa ley contiene, es no haber entendido lo obvio: la Ley de Urgente Consideración hoy, a nivel público, no es una ley, es un emblema, es un pro o un contra el gobierno, un rechazo o la abstención al rechazo.

Tanto el gobierno como los partidos políticos que sostuvieron en el Parlamento y luego votaron la Ley de Urgente Consideración están convencidos de sus beneficios y dispuestos a defenderla en todo terreno.

No obstante deben prestar atención al argumento sólido y lógico con el cual ellos mismos combatieron y refutaron la iniciativa de que fue-se sometida a referéndum: es un absurdo atar a un único acto de decisión (firmar) una ley que contiene cientos de disposiciones y artículos.

Si el referéndum contra la LUC es una convocatoria general a un rechazo hacia el gobierno, la manera de enfrentarlo no puede ser salirse del foco de la cuestión y empezar a desgranar, artículo por artículo, los beneficios que la ley contiene.

Más atinado sería mostrar -sin complejos y sin soberbia- los resultados de la gestión del gobierno (porque de eso y no de otra cosa versa la campaña por las firmas).

El mensaje que hay que transmitirle a la gente refiere el engaño con que se disfraza, por parte del Frente Amplio y sus socios, un ataque al barrer al gobierno invocando una ley de la cual, el Frente que la impugna, votó muchos artículos. Es una manera de significar: si el Frente quiere atacar al gobierno tiene que presentar otros argumentos. Y se terminó esta discusión.

El político experto y avezado nunca da batalla en el terreno elegido por el adversario: lo elige él.

Quien se apresura a ceder en este desafío -el terreno donde desarrollar la controversia- entra al núcleo de la confrontación ya con un tanto en contra y a la defensiva.

Hasta ahora el gobierno y los partidos de la coalición no han intervenido en el debate sobre el plebiscito y han dejado que el Frente Amplio y el Pit-Cnt (primer promotor) hablen solos, hagan el gasto y no tengan réplica.

Está bien: no hay ningún motivo para cambiar. Es más: hay unos cuantos motivos para no cambiar.

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