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Con eso no se juega

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Como es sabido el Frente Amplio solicitó el mes pasado la creación de una comisión del Senado para tratar la epidemia del coronavirus. Esa comisión terminó su trabajo sin resultados y el Frente se retiró enojado. Luego de eso el Frente solicitó una reunión con el Presidente de la República.

Tuvo esta lugar y el Frente otra vez se retiró enojado diciendo que no había servido para nada. Así como todo el mundo sabía de antemano que nada saldrá de aquellas reuniones, todos ahora sabemos de antemano que ninguna utilidad dejará la interpelación a los ministros de Salud Pública y de Economía. No la va a dejar porque lo que buscó en aquellas oportunidades el Frente Amplio y hora busca en esta no tiene nada que ver con el Covid sino con el dilema interno del Frente Amplio.

El Frente está enfrentado a un dilema (que se ha fabricado a sí mismo). Desde su derrota no encuentra su lugar en el tablero político. Siente que no es bueno para él quedar afuera de los temas que afectan a los uruguayos (siendo la situación sanitaria el más urgente) y por eso pide entrar. Una vez adentro le incomoda estar tan cerca del gobierno y entonces golpea la puerta y se va.

En un planteo de mínima racionalidad, una epidemia marcaría el momento de la suspensión de todas las divergencias políticas -razonables en otras circunstancias- para atender mancomunadamente las urgencias colectivas. Pero no ha sido así porque más que los problemas del país al Frente le acucian los problemas del Frente, su identidad y el poder encontrar un lugar donde colocarse en el tablero político.

Inicialmente el Frente Amplio buscó su lugar y su definición -sobre todo hacia adentro- en la oposición cerrada, el puro NO. Aun en los asuntos en que estaba de acuerdo agregaba distancia: decía, está bien pero llega tarde, o está bien pero es muy poco, expresiones germinales del dilema: quiero estar pero no quiero quedar pegado.

En un segundo paso el Frente encontró en la Ley de Urgente Consideración el terreno donde marcar sus diferencias. Este es un terreno político razonable donde tomar distancias y marcar diferencias. Pero habiendo participado en el debate parlamentario y habiendo marcado su posición, el Frente vio sin poder impedirlo cómo el Pit-Cnt lo empujaba al abismo de un referéndum imposible. A esta altura de junio ya se ve como improbable llegar al número de firmas; solo quedaría, para los más exaltados (y siempre dispuestos), preparar las protestas por un eventual recuento tramposo de las firmas y el escándalo subsiguiente.

Los resultados que para sí ha buscado el Frente en estos meses han sido, como queda claro, decepcionantes para ellos. La retórica sube en intensidad cada día que pasa: ya hay poca diferencia con el tono del Dr. Salle.

En función del resultado de los sucesos pasados reseñados arriba, algunas figuras del Frente Amplio (Andrade, Miranda) y otras de los socios externos (Sindicato Médico y distintos géneros de autoconvocados) están tratando ahora de abrir otro terreno donde resolver el dilema que padecen: ya ha comenzado a insinuarse un juego macabro con la cifra de muertos. Digo juego macabro porque así como se viene planteando la ecuación resultante es: cuanto más muertos haya más razón tendremos. Contar los daños cuantificables y escamotear los no cuantificables es una cuenta falluta. Es un cuento.

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