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No somos una isla

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Nunca resulta sencillo interpretar con precisión los estados de ánimo prevalentes en una sociedad. Hecha la salvedad tengo la impresión que, después de unos cuantos largos meses de inquietud y preocupación por el riesgo sanitario, los uruguayos estamos experimentando una sensación de alivio.

El gobierno actuó bien, la mayoría de la población también, los resultados han sido satisfactorios: el número de casos de Covid ha bajado, el nivel de desocupación también y hay recuperación económica en curso.

Sin embargo, hay motivos para mantenernos en guardia. Llegan noticias de recrudecimiento de la pandemia en otros países. Austria, Alemania, naciones que circulan por los ámbitos internacionales con fama de serios, han vuelto a confinar a su gente. ¿Qué se sabe realmente del comportamiento de este virus? Bastante poco. Alemania, que está tomando nuevamente medidas de restricción y confinamiento, tiene un 75% de la población vacunada con las dos dosis básicas; nuestro país anda actualmente por el 70-72%. No es mucha la diferencia.

En estas latitudes y con los resultados logrados se espera el verano, las vacaciones, los brasileros que vengan a jugar al fútbol y los argentinos que vengan a las playas: espera y anticipación con un entusiasmo que se explica más por el agobio que hemos pasado que por ningún otro elemento.

Es revelador de lo poco que se sabe sobre esta enfermedad el hecho que los científicos y las autoridades cada vez que se despatarran las cifras, anuncien simplemente nueva ola. ¿Eso explica todo? Hay países a quienes se les dice que van por la tercera, otros por la cuarta ola. ¿Cuántas olas tiene esta enfermedad?

Los uruguayos estamos entrando al verano con una sensación de alivio, como ya dije. Atrás fueron quedando una punta de meses bravos, sobre todo al comienzo de la pandemia. Desde el primer momento el gobierno se propuso cuidarnos pero no encerrarnos. Valórese el equilibrio. Otros, los que perdieron el gobierno y no han cesado de actuar en función de eso, vaticinaron catástrofes: no van a alcanzar las camas, se saturarán los CTI, no habrá vacunas suficientes en tiempo, ¡genocidio!

La mayoría de los compatriotas, a pesar de la gravedad de la situación, dio poca pelota a la histeria. Quedaba demasiado a la vista la intencionalidad política y los dolores de la derrota. Aquel tiempo quedó atrás. ¿El alivio de ahora es definitivo? No.

El Uruguay está ubicado entre dos países con gobiernos ocupados exclusivamente en sus respectivas sucesiones (habrá elecciones y ¿quién vendrá después?). El manejo que esos gobiernos han hecho de las medidas sanitarias ha sido errático en ambos casos. Si no se sabe por qué recrudece la pandemia en países serios y ordenados como Austria o Alemania, en el caso de nuestros vecinos debemos estar atentos porque puede pasar cualquier cosa. Dado que están, como dije, absorbidos por lo electoral es seguro que los desarreglos que surjan serán ocultados y desmentidos.

El Uruguay tiene que seguir atento a la situación y manteniendo cuidados prudentes. Las familias deben atender a la vacunación de los menores y los mayores que no han completado las dos dosis no deben dejar que pase más tiempo. De la enfermedad se sabe más bien poco, pero lo que es comprobable y cierto es que los no vacunados se enferman más y pasan peor.

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