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Igual y un poco distinto

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juan martín posadas
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Nuestro país viene atravesando relativamente bien la tormenta del Covid-19.

En países vecinos los resultados son diferentes. La pandemia vino de afuera y golpeó a todos por igual pero la situación actual después de haberla enfrentado no es la misma en todos lados. Los gobiernos de los países vecinos no actuaron como el nuestro y los comportamientos de los respectivos pueblos también fueron diferentes. Resultado: estamos mejor. Esto me lleva a reflexionar sobre visiones de país, sentimientos y proyectos.

Durante un pasado que yo alcancé a vivir -soy del año 35- pero que venía de mucho más atrás, el Uruguay vivía en una percepción de sí mismo de ser diferente respeto a los países de la región. No superior: el uruguayo nunca fue agrandado o sobrador. Pero teníamos la serena convicción -incuestionable según muchos parámetros- de una diferencia con los países vecinos

Algunos intelectuales -no Rodó o Martínez Lamas sino la generación del 45 y subcategorías- empezaron a molestarse por esa sensación nacional y se dedicaron a criticarla y a burlarse de ella. Le atribuyeron un grado de autocomplacencia que no tenía y sobre todo le imputaron una desubicación (geográfico-ideológica): según ellos éramos un país que no sabía dónde estaba parado.

Empezaron a escribir y a empujar en sentido de que el Uruguay tenía que ubicarse en el lugar que le correspondía, formando parte de un continente sometido, explotado y con las venas abiertas. En una concepción del mundo dividido entre dominadores y dominados, los uruguayos tendrían que ubicarse entre los dominados, no solo porque así lo indicaba el PBI sino porque era lo que éticamente correspondía. Tan fuerte fue ese no entender a su país de parte de esos uruguayos (cada vez más influyentes) que cuando la figura más emblemática del continente subyugado, el Che Guevara, les dijo: ustedes cuiden las libertades que tienen y no se metan en una guerrilla porque cuando se dispara la primera bala no se sabe cuándo será la última, no le llevaron el apunte: ellos sabían más.

Hubo años y años de indoctrinamiento para latinoamericanizar al Uruguay, para hacerle ver cuál era su lugar, quiénes eran sus enemigos y cuáles sus amigos (Chávez, Fidel, Evo, Lula y los Sandinistas) y para sacarnos, primero de la cabeza y luego de las estadísticas, la convicción de las diferencias. Y llegó un momento en que lo consiguieron: los índices actuales de educación, por ejemplo, son latinoamericanos (y de mitad de tabla para abajo). Pero no lo han conseguido del todo; por algo hoy el mundo nos mira como excepción en el manejo del coronavirus.

El análisis del reciente resultado electoral es complejo y tiene muchas variables pero no se puede saltear el capítulo ¿por qué perdieron los que perdieron? Allí figura, entre otros ítems, el fastidio por ese intento de reubicación ideológica del Uruguay. Tenemos nuestra particularidad en la región: nos hemos hecho así, como otros pueblos se han hecho de otra manera. Ni por encima de nadie ni menospreciando a nadie; un poco distintos. Como dice Borges en su milonga a los orientales: “El sabor de lo oriental/ Con estas palabras pinto/ Es el sabor de lo que es/ Igual y un poco distinto”. Y si alguien mantenía alguna duda se habrá quedado sin argumentos al ver la sesión del Senado en la que Sanguinetti y Mujica presentaron sus renuncias. ¿En qué país del continente sucede algo así?

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