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JUAN MARTÍN POSADAS
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Escribir una columna todos los domingos del año sin intermitencias tiene sus dificultades intrínsecas. No todas las semanas ocurren hechos que merezcan comentario ni todas las semanas las neuronas del articulista registran la misma disposición ni lucidez.

Pero este domingo en particular la tarea resulta doblemente complicada. El día de las elecciones -o más concretamente la mañana de ese día, por cuanto este diario sale a esas horas- toda la expectativa y toda la atención del lector están tendidas hacia delante, referidas a lo que se va a saber al final de la jornada: el escrutinio. Cualquier otra consideración queda supeditada a esa espera.

En el caso de esta elección, la de hoy, el llamado balotaje o segunda vuelta, las ansiedades e interrogantes han cobrado una dimensión mayor a la habitual. Ronda los ánimos de los uruguayos la pregunta (por lo menos) o la sospecha (quizás) de que en esta instancia electoral se va a definir algo más de lo que habitualmente en ellas se juega: ¿se va a elegir un nuevo gobierno o se va a elegir un nuevo país?

Las cosas son como son, independientemente de cómo uno las vea o las sienta. Esto puede ser verdad en el caso individual, pero los fenómenos sociales o las reacciones de la sociedad no funcionan así. En el terreno de lo colectivo las cosas son como la sociedad cree que son.

Llevando este razonamiento al asunto que nos ocupa, si los uruguayos están realmente sintiendo hoy que no se elige un gobierno sino que se elije un país, bueno, social y políticamente hablando eso es lo que iría a suceder. Me expreso en condicional -si los uruguayos sienten o creen- porque no estoy seguro. Pero hay ciertos indicios: de eso no cabe duda. De ser ello así, esta elección tendría una trascendencia inusual.

En nuestro país el ejercicio del sufragio ha consolidado un gran prestigio. La tradición ha hecho carne que en esta sociedad oriental los resultados electorales se acatan y no se manipulan. Teniendo pues en cuenta ese respeto, una elección que diere lugar no solo a un nuevo gobierno sino a un nuevo país recibirá el acatamiento que tradicionalmente otorga esta sociedad a los resultados electorales.

Pero hay más elementos que los formadores de opinión y los dirigentes políticos tendrán que meditar. Los gobiernos, en nuestro sistema democrático republicano, solo pueden ser cambiados mediante elecciones. Pero el país puede ser cambiado sin elecciones formales traficando en otros emprendimientos que no son electorales ni abiertos (o al socaire de un consentimiento distraído y/o desidias varias).

El Uruguay ha sido cuidadoso en la instalación y custodia de las salvaguardas para el ejercicio del sufragio, viendo en ello la forma institucional de asegurarnos a los habitantes de esta tierra la libertad política y, en consecuencia, todas las otras libertades (de opinión, de asociación, laicidad, etc.). Cuando se presenta la duda o el interrogante (¿se elije un gobierno o se está eligiendo un país?) debemos tener en cuenta que también se cambia un país cuando nos apeamos de cualquiera de aquellas libertades.

Al caer esta noche se sabrá un resultado. Esperaremos los resultados. Pero solo hasta la noche; después no habrá más espera. ¡A trabajar por el país que queremos!

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