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Guetización

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En el borbollón de casos de corrupción que se empujan unos a otros y aturden cada semana a un Uruguay santurrón e hipócrita, que se creía impoluto porque votaba al Frente Amplio y lo separaba de la Argentina un río ancho como mar, uno de los estallidos más asombrosos ha sido el del plan de viviendas sindicales del Pit-Cnt. No entro en los detalles escabrosos del mismo porque todo el mundo los conoce. Voy a dirigir la atención del sacrificado lector solamente hacia un aspecto: cierta mentalidad de gueto que subyace detrás del proyecto. Aunque todo se hubiera llevado a cabo con la mayor pulcritud y honestidad hay allí algo inconveniente.

En el borbollón de casos de corrupción que se empujan unos a otros y aturden cada semana a un Uruguay santurrón e hipócrita, que se creía impoluto porque votaba al Frente Amplio y lo separaba de la Argentina un río ancho como mar, uno de los estallidos más asombrosos ha sido el del plan de viviendas sindicales del Pit-Cnt. No entro en los detalles escabrosos del mismo porque todo el mundo los conoce. Voy a dirigir la atención del sacrificado lector solamente hacia un aspecto: cierta mentalidad de gueto que subyace detrás del proyecto. Aunque todo se hubiera llevado a cabo con la mayor pulcritud y honestidad hay allí algo inconveniente.

La iniciativa y la supervisión de dicho plan de viviendas está en manos de la Untmra; no en el sindicato de la construcción, como sería lógico, sino el de los metalúrgicos. Es fácil adivinar allí el proyecto estelar que su máximo dirigente, el Sr. Marcelo Abdala concibió como emblema de su gestión y motivo para ser recordado para siempre. Recién cuando el barro pegó contra el ventilador (lo que en inglés se diría when the shit hit the fan) el resto de la directiva del Pit-Cnt se enteró, simultáneamente, del proyecto y del desfalco.

Lo que algunos dirigentes sindicales tienen por conciencia de clase deriva, a veces, hacia procesos caricaturescos, e incluso denigrantes para los trabajadores, a quienes se les pretende manejar la vida personal so pretexto de beneficiarlos o protegerlos. Aunque estos planes de vivienda sindical se hubiesen manejado profesionalmente, con controles y por gente competente, el resultado serían barrios o bloques de edificios donde todos los habitantes fueran obreros, preferentemente del mismo ramo. El supuesto básico sería que el albañil está más a gusto entre albañiles, el panadero entre panaderos, el ferretero entre ferreteros y así sucesivamente. Esa aspiración a la homogeneidad produce guetos urbanos, degrada la ciudad, hiere de muerte al ya malherido barrio, terreno de encuentros cotidianos y germinador de republicanismo. Los guetos urbanos son producto del mucho dinero o de la falta de dinero; en este caso no. Estos guetos son generados por el abrazo protector y homogeneizante ya no de un estado socialista sino de una poderosa dirigencia sindical que se siente llamada a colectivizar el bienestar de sus súbditos.

Muchos gremios tienen colonias de vacaciones erigidas sobre parecida mentalidad. Es fácil imaginar las disputas conyugales cuando la mujer le dice al tipo que, por una vez, quiere ir a otra playa, la que sea, porque ya está harta de siempre lo mismo. No digamos nada de los hijos.
La conciencia de clase puede derivar a casos involuntarios de confinamiento (físico y mental), resabio subconsciente de la espera milenarista del paraíso añorado donde todos leían el mismo diario, militaban en el único partido, portaban la misma vestimenta, eran empleados del mismo y único patrón y tomaban vacaciones en la misma colonia.

El Sr. Richard Read, integrante del ejecutivo del Pit-Cnt, está en contra de este plan de viviendas sindicales; tiene razón. Los sindicatos, de cualquier gremio, tienen que recurrir a los planes de vivienda que atienden al común de los uruguayos: Banco Hipotecario, Ministerio de Vivienda y demás. Los gremios no deben administrar millones de dólares de sus socios; para eso hay instituciones, públicas y privadas en el sistema financiero capacitadas en hacerlo (y en rendir cuentas). La concentración de poder genera problemas.

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Juan Martín Posadas

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