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Gran dilema

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Quien resulte electo Presidente en las próximas elecciones tendrá por delante un gran dilema. Tendrá que enfrentar muchos problemas, pero un dilema fundamental. Para mejor comprender esto manejemos una hipótesis: que el próximo Presidente será Luis Lacalle Pou.

Los Presidentes acceden al cargo por el voto y son votados por diversos motivos. En algunas instancias existe un motivo principal. Eso se da cuando el gobierno anterior ha generado fastidio, bronca, espanto o cualquier otra versión de un rechazo pronunciado. En esos casos el motivo mayoritario del voto favorable al desafiante es sacar al que está.

El triunfo electoral de Bolsonaro en Brasil se explica básicamente por el hartazgo con el P.T. y su gobierno precedente. No es aventurado suponer que los millones de brasileros que votaron a Bolsonaro para sacar al P.T. aspiran a que él, una vez en el gobierno, proceda a borrar todos los vestigios de P.T. en la legislación, en las medidas de gobierno, en los cargos públicos y en todos lados posibles. Tampoco parece aventurado adelantar que, a poco que empiece su mandato, le van a empezar a pedir cuentas en ese sentido.

Acá en Uruguay hay mucha gente harta con el Frente Amplio. Continuando en el plano de la hipótesis, el Presidente Lacalle Pou habrá resultado electo con muchos votos de uruguayos furiosos y/o desencantados que habrán votado con el claro propósito de que se termine el clientelismo, que se recorte el exceso de empleados públicos, que se limpien las calles de chorros y malandras (el verbo limpiar tiene sus connotaciones), que se ponga coto al patoterismo sindical, que se corte el corporativismo y que se remuevan ipso facto todas las trabas inútiles y los preceptos absurdos puestos por el gobierno, desde la inclusión financiera hasta la sal en los restaurantes. Y esos votantes que habrán votado para que sea borrado hasta el último vestigio del Frente (como los brasileros con los vestigios del P.T.), a poco de asumir Lacalle también le pedirán cuentas (para eso te votamos ¿qué estás esperando?)

Cualquier político uruguayo que conozca el país y reúna sagacidad con posibilidades reales de llegar a ser mandatario sabe que el Uruguay no tiene estómago político para aguantar sacudones ni virajes de 180 grados. Por suerte eso no está en su naturaleza. Además, el futuro Presidente del Uruguay tendrá un respaldo político estrecho, con un Parlamento lejos de ser propio sino, más bien, prestado (coalición) y con una opinión pública dividida. Este conjunto de circunstancias dará cuerpo a una voz o exigencia que le dirá a ese Presidente lo contrario de la otra voz o del otro reclamo. He ahí el dilema fundamental.

Dejemos ahora la hipótesis a un lado. En los hechos solo uno de los muchos precandidato que ya largaron en todos los Partidos se ha pronunciado sobre ese dilema fundamental: ha sido Lacalle Pou. En el Congreso de su sector realizado en Trinidad escogió el concepto evolución y se comprometió con él. Su propuesta es evolucionar. Para un gobierno posible a la vez que comprometido. Un gobierno para un país dividido, que quiere dejar atrás una cantidad de cosas sin dejar por el camino un pedazo de país. Un gobierno que no esté sordo a ninguno de los dos reclamos pero consciente que no debe hacer jugar el uno contra el otro. Lo dijo en Trinidad; el que avisa no traiciona. Así que: fique sabendo, como se dice en la frontera.

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