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Gran acuerdo gran

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juan martín posadas
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Desde diversos espacios se viene generando un reclamo para que los dirigentes políticos dejen de injuriarse mutuamente por cuestiones menores y para que el país se encamine hacia un territorio de acuerdos.

Lo han reclamado Garcé, Haberkorn y Bottinelli en El Observador; Facundo Ponce de León en Búsqueda y Ahunchain en El País, haciendo punta a una multitud de ciudadanos comunes y corrientes, decepcionados, furiosos o azorados por el nivel y la frecuencia de los enfrentamientos.

El reclamo de crear un ámbito de acuerdo proviene de dos orígenes. Uno es el de ciudadanos de todo pelo que están entre perplejos y hartos y se disponen a reclamar la creación de un espacio de acuerdos básicos. El otro origen fluye desde aquellos que, en una dialéctica adentro-afuera, parecen sentirse desalojados del paraíso y buscan entrar. De este segundo grupo no me voy a ocupar aquí. Los reclamos suenan igual pero son muy distintos.

Los ciudadanos de todos los partidos que están hartos del enfrentamiento tienen toda la razón para estarlo, pero sería bueno que revisaran cómo tiene que ser su reclamo. El reclamo no puede ser universal y unívoco, en tono de homilía pastoral (hermanos, portaos bien, así es una vergüenza) porque el universo del agravio es amplio pero no es unívoco. El mensaje debe ser dirigido a actores específicos y concretos.

El Frente ha pedido la destitución del Ministro Salinas (que es un héroe silencioso) e interpelar a la Ministra de Economía (porque Alfie hizo uso de un beneficio genérico para el cual calificaba). Un documento de la Comisión de Programa del Frente Amplio contiene los siguientes conceptos: “el gobierno tiene una forma de hacer política que amenaza el sistema democrático”. O “la alianza gubernamental actúa como un ejército de ocupación en territorio enemigo”. Ningún otro Partido tiene un progra-ma de gobierno expresado con semejante ferocidad. Por tanto, la invitación al acuerdo nacional no puede ser idéntica para todos, so pena de convertirse en una cartita a los Reyes Magos.

Otra consideración básica: el reclamo de parte de los ciudadanos hartos y decepcionados generalmente es pensado y expresado como que tendrá que ser ancho, grande, generoso, para que nadie quede afuera. Sin embargo las comisiones muy numerosas hacen más complicados los acuerdos y generalmente se desaguan en puros discursos. Además se corre el riesgo de que una mesa de acuerdo tan grande termine sentando a Mons. Sturla frente a Irma Leites o al Fogata Bermúdez, legendario curaca de la FUS, frente al Dr. Salles.

Un acuerdo “gran” termina con las posibilidades de un acuerdo más modesto. Por otro lado no veo con buenos ojos ningún proyecto de creación de ámbitos de acuerdos nacionales que deje de lado como inservible el ámbito de acuerdos más legítimo de todos que es el Parlamento. El reclamo de un gran acuerdo nacional apunta a una creación institucional: gran error. Debería apuntar a inducir cambios de comportamiento.

Finalmente, un consejo práctico: no olvidar que todo actor político es particularmente sensible a la pérdida. Cuando la opinión pública le empiece a dar la espalda a los que ensucian el partido o riñen por estupideces, las cosas van a empezar a cambiar. No será esta una consigna tan vistosa pero seguramente será más efectiva.

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