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Un flojo argumento

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JUAN MARTÍN POSADAS
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En los discursos preelectorales la mayoría de los actores del Frente Amplio ha comenzado a utilizar como herramienta proselitista una advertencia sobre lo mal que le puede ir al Uruguay si los uruguayos dejan de votarlos.

A esos efectos traen a colación un panorama de la situación de la Argentina teñido por los tonos más sombríos. Si se analiza un poco esa argumentación resulta chueca y no producirá el efecto deseado. Es como invitar a los uruguayos a que prefieran un tipo de gobierno como el que vino a sustituir Macri, es decir, el gobierno de los Kirchner, con el robo descarado, los bolsos de dólares revoleados por encima de la tapia del convento, los jueces cómplices y la legión de ministros K alojados en las cárceles.

El Frente Amplio -y las izquierdas en general- cobijan un núcleo de creyentes, gente dispuesta a creer lo que de arriba le dicen sin atender los gritos de la realidad. Ese núcleo creyó durante mucho tiempo que la URSS era el emporio de la igualdad y de la libertad, que no existían allí campos de prisioneros en Siberia repletos de disidentes honrados. Cuando, ante la evidencia, no pudo más, esa izquierda trasladó su fe a Cuba y creyó, durante cincuenta y tantos años, que allí estaba el paraíso, que había plena libertad y que la escasez y la libreta de racionamiento eran imputables exclusivamente al bloqueo. Creyó esperando un mañana que diera la razón a su fe. Creyó hasta que se aburrió.

Entonces trasladó su fe a Venezuela, a los discursos de Chávez, sustitutos de los de Fidel, ya muy viejo, Y esa fe que los sostenía en su militancia cotidiana les impedía, una vez más, ver lo que todo el mundo veía en Venezuela. Ahora, en esta semana que acaba de pasar, han quedado desconcertados y furiosos porque Astori, Mujica y, atrás de ellos (prudente) Martínez, han dicho en alta voz que en Venezuela hay una dictadura. Se les derrumba su fe. Se escandalizan sobre todo con Mujica: no advierten que él es más astuto y se ha dado cuenta que ese discurso bolivariano ya no corre más, no lo compra nadie y los va a llevar a perder aún más votos. Los creyentes -Castillo, Abdala, Núñez y el candidato Andrade- sienten que su mundo (su fe) se desmorona, que es puesta en tela de juicio no por el Imperio del mal sino por el Pepe, quien les está endilgando una de sus frases favoritas: “no sean nabos”.

La izquierda uruguaya -el Frente Amplio- se ha empeñado en latinoamericanizarnos a cualquier precio, ha tratado que el Uruguay sintiese vergüenza de parecerse tan poco al resto del continente y nos ha propuesto como ejemplos a seguir todos los populismos que florecieron en la vuelta. Afortunadamente aún se conservan en estas tierras purpúreas y orientales algunas características de dignidad que vienen del Uruguay de antes. Por esa razón no son un señuelo eficaz ni los ejemplos de los K en Argentina, ni los de Lula en Brasil, ni los de Fidel en Cuba o los de Maduro en Venezuela. Seguir insistiendo en esos modelos y en esa retórica (como acaba de insistir por unanimidad el Frente Amplio en el Foro de San Pablo) tendrá el efecto contrario al buscado. No sirve ni para ganar votos nuevos ni para atajar a los que se quieran ir.

Una izquierda vieja y burra se está muriendo en una caótica agonía que -esperemos- habrá de dar paso, después del velorio, a otra izquierda más “atea” y más útil para el Uruguay del mañana.

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