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Final cantado

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Juan Martín Posadas
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La semana que termina marcó un hito de gran trascendencia política —para el Brasil y para toda la región— con la prisión de Lula da Silva, condenado por el juez Moro primero y el tribunal federal después.

Fueron ensayados todos los recursos, se agotaron todas las apelacio- nes y el ciclo se cerró en el portón de entrada de la prisión de Curitiba.

Hay quienes —en Brasil y acá— lo consideran una catástrofe. Otros —en Brasil y acá— lo ven como un triunfo de la justicia. En cualquier caso el desenlace conlleva un aspecto de tristeza: mal fin para algo que tuvo gran comienzo. Pero hoy todo se ha simplificado brutalmente; nadie —ni en Brasil ni acá— analiza con rigor; todos gritan, poco reflexionan.

El asunto empezó hace ya unos cuantos años, en tiempos de la presidencia de Lula, cuando este y el P.T. procedieron a sistematizar la práctica de compraventa de voluntades en el Parlamento. Eso fue el "mensalão", así llamado porque mensual era la frecuencia del estipendio que circulaba bajo la mesa. Cualquiera se da cuenta que elegir ese procedimiento para llevar adelante un plan político, por bueno que este sea, introduce un elemento de venalidad que envilece a las personas involucradas y corrompe a todo el sistema. Eso fue lo que se instaló en Brasil, lo que instalaron Lula y el P.T.: corrupción sistemática y envilecimiento personal (que se extiende, a mi juicio, a todos los que —acá o en Brasil— se rasgan hoy las vestiduras).

El primer gobierno de Dilma puso freno a esta práctica corrupta. (¡Cuántas cosas olvidan los que hoy opinan!, la llamaban "a faxineira", la limpiadora). Tuvo intervención destacada entonces otro juez, (tan independiente como el juez Moro): un señor calvo, de lentes, negro retinto, de apellido Barboza, ¡todo un señor! Mandó a prisión al Presidente del P.T., a su tesorero, un tal Vacara, al Jefe de Gabinete de Lula Jose Dirceu, al mismísimo Ministro de Economía Sr. Pallochi y a una considerable y destacada porción de personalidades del segundo gobierno de Lula y de parlamentarios surtidos.

En una segunda etapa, un cambista que intervenía en el reparto (allá llaman "doleiro") cantó una serenata completa (delación premiada) sobre los negociados y sobornos en Petrobras. Cayeron todos los jerarcas de Petrobras, los empresarios que coimeaban, con Odebrecht a la cabeza. La magnitud de la mugre (política y empresarial) tapó todo el horizonte y los restos de ética que quedaban. Al aproximarse la ola a Lula, la presidenta Dilma vaciló (o Lula la hizo vacilar) y le ofreció a este hacerlo Ministro para conseguir inmunidad. En ese momento el barro pegó en el ventilador y explotó todo: el Parlamento votó el impeachment a Dilma; todo lo que siguió es más conocido. Triste final.

Los dichos recogidos de filas del Frente Amplio no me dejan terminar sin un comentario final. Graves y pausados análisis de Mujica, sin siquiera una mínima mención al mensalão o a Petrobras. Lo mismo Topolansky. Lo mismo Javier Miranda. Ni que hablar del Pit-Cnt, Abdala o Ferreira, quien explicó todo como una profundización del golpe que comenzó con la destitución de Dilma "empujado por un pacto entre el Poder Judicial, la mayoría parlamentaria, la gran prensa, Rede Glodo, TV Record, y los grandes diarios, las iglesias pentecostales y las grandes patronales" (sic). Solo le faltó agregar la escola de samba Beija Flor. Hablar de los sucesos de Brasil y no decir una palabra de la corrupción es hacer el ridículo.

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