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Encuentros y desencuentros

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JUAN MARTÍN POSADAS
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El hecho de que en nuestro país los tres partidos políticos principales hayan estado en el gobierno y que también los tres hayan tenido la experiencia de bajar del gobierno, ha sido considerado como algo positivo.

La experiencia de haber gobernado, con todo lo que esto supone, habría de suavizar en adelante los ímpetus de la competencia política. En esos términos, claramente esperanzados, se han expresado recientemente tanto Enrique Iglesias como el politólogo Adolfo Garcé.

Sin embargo lo que se ve no habilita ese pronóstico. El Frente Amplio, desplazado del gobierno luego de tres períodos y rabiando ahora en la oposición, encuentra mal todo lo que hace el gobierno; y si no está mal, es poco o llega tarde y no se entiende. En asunto tan delicado como el manejo de la pandemia nada han colaborado y todo lo han criticado.

Pero, en realidad, no es honesto imputar esa actitud empecinada a todo el Frente Amplio. Los tres intendentes departamentales del Frente están en una actitud diferente y tienen un discurso y una postura equilibrada. Es que los tres tienen la responsabilidad de gobernar, deben mostrar resultados, y para ello es mejor -es absolutamente necesario- mantener una relación ponderada con el gobierno. Además, tanto Orsi como Carolina Cosse aspiran a ser futuros candidatos a la Presidencia de la República y ven que, para que ese propósito madure y se concrete, los antecedentes de extremismo, poca cintura y griterío para la tribuna no son conducentes. Por el doble hecho de ser actualmente gobernantes y futuros aspirantes a la candidatura presidencial su objetivo y su referencia tiene que ser la gente: toda la gente y no solamente o principalmente la barra partidaria (con solo esos votos no llegan).

En este relacionamiento entre gobierno y oposición se agrega otra complicación que debe ser tomada en cuenta: actualmente el Frente Amplio no tiene una cabeza, no tiene conducción. La conducción política del Frente nunca fue ejercida por J. Miranda: reposaba sobre los hombros de Tabaré Vázquez, Astori y Mujica. Ahora salió de ahí y no está en ninguna parte. Cuando una sociedad o grupo heterogéneo -y el Frente Amplio es heterogéneo por historia y por naturaleza- carece de un centro de conducción efectiva, quienes arrastran al grupo nunca son los miembros más equilibrados sino los más extremistas. Está en la primera página del libro sobre funcionamiento grupal.

Aquel clima de mayor disposición a buscar acuerdos del que hablaron Iglesias y Garcé se hace difícil por una circunstancia más: un Frente Amplio sin cabeza y sin autoridad interna plantea una situación en la que el gobierno no encuentra con quién hablar y negociar; es decir, un interlocutor que dé garantías y seguridades de que lo que él dice lo dice el Frente y lo que él acuerda es respetado por el colectivo.

Diseñando mentalmente escenarios más optimistas podría suceder que los dos posibles futuros candidatos frentistas fueran tomando más peso político interno y llegasen a convencer al conjunto que es del interés de todos ellos abandonar el talante opositor rabioso y pasar a algo constructivo. Si eso sucediera la vida política del país dejaría atrás la chiquita y el menudeo y po-dría llegar a enfrentar los grandes temas que no se pueden resolver sin un acuerdo: reforma del estado, cambio en la educación, control de los corporativismos, reorientación de la política exterior, liquidación de la división pórtland de Ancap deficitaria hace cincuenta años, etc.

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