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Elecciones en Brasil

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JUAN MARTIN POSADAS

Hoy hay elecciones en Brasil. Parece que el Presidente Lula será reelecto por otro período. Hay quienes sostienen que eso pasará en la primera vuelta.

Como se sabe, el personal más próximo del Presidente Lula ha sido diezmado por renuncias, procesamientos, destituciones y otras formas indecorosas de hacer mutis por el foro, a causa de una rica variedad de irregularidades y delitos comprobados. ¿Cómo se explica que eso no haya hecho mella en las posibilidades electorales de Lula y su partido?

No se trata de pecadillos sin importancia.

El último escándalo, el de la semana pasada, merece crónica aparte. La policía interceptó y prendió a un par de ciudadanos cuando estaban a punto de recibir de manos de funcionarios del PT sendos videos y carpetas con información perjudicial para los candidatos opositores, material que sería ofrecido a la prensa.

Por la difusión de ese material el PT les pagaba 800.000 dólares. Quizás para aportar una visión más pedagógica del desmadre la revista Veja desagrega el dato: se trata de 1.680.000 reales y 248.000 dólares distribuidos en 33.600 billetes de 50 reales y 2.480 billetes de 100 dólares lo que da 24 kilos de reales y 2,5 kilos de dólares. Todo ese volumen está ahora depositado en un banco: se estima poco probable que alguien lo reclame.

Mucha gente cree que una elección es la ocasión en que se premia (o no) una gestión de gobierno, cayendo en el error de pensar que se juzga lo que pasó cuando lo que se juega es lo que vendrá.

Más gente aún -y politólogos, periodistas y otros entendidos- considera a las elecciones como una especie de concurso entre candidatos; los electores funcionarían al modo de los jurados de la exposición del Prado, que van ordenando la fila hasta dar un veredicto, premiando al mejor concursante. No es así. Lo voy a expresar de forma tosca y brutal: mucha gente que vota -no toda, ni quizás la mayoría- no vota por ninguno de los candidatos sino que vota por sí misma. No juzgan las virtudes o defectos del candidato o del partido sino que atienden a lo favorable o desfavorable que ese candidato pueda ser para sus intereses. Vaya un ejemplo uruguayo: unos cuantos hacendados y gente de campo, que votó por Mujica en las últimas elecciones, no votó por los tupas: votó por sí misma. El crecimiento económico del Brasil en los últimos 4 años no ha sido espectacular: anda por el 3½% anual. Pero la distribución del ingreso, en ese país de tanta injusticia, ha mejorado y el crecimiento, aunque modesto, benefició al quintil de menores ingresos. Todos los brasileños, los ricos y los pobres, conocen hoy el tenor de los escándalos (según alguna encuesta el 80% sospecha que aun Lula sabía), pero muchos van a votar por sí mismos.

En los sistemas o países donde los gobiernos se ocupan de lo general el ciudadano sabe que su progreso personal es un asunto por cuenta propia y depende básicamente de él. Por el contrario, en los países en los que el gobierno se mete en todo y el estado ocupa mucho lugar, el elector no mira el bien del país ni el color del partido sino su situación particular y vota por sí mismo. Procede con lógica ante una situación perversa.

La política subsiste como tal y tiene sentido cuando se mueve en el nivel de los asuntos generales o nacionales. De lo contrario pasa a ser una mezcla de agencia de colocaciones con gestoría de alto costo.

"La distribución del ingreso, en ese país de tanta injusticia, ha mejorado y el crecimiento, aunque modesto, benefició al quintil de menores ingresos".

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