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Destino marítimo

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Los uruguayos hemos sido educados en la idea de que la base económica de nuestro país, aquello que nos dio y nos va a dar de comer, es la pradera.

Ese es el paradigma habitual según el cual se elabora el relato de nuestra prosperidad pasada, y se despliega el horizonte futuro de nuestro destino material y productivo.

Es cierto que la base económica de nuestro país fue la renta agropecuaria, (generosamente apropiada para sustento de un voluminoso aparato estatal y desviada desde el campo hacia la capital). Pero lo que necesita ser destacado es que la visión que de sí mismos tienen los uruguayos como hijos, en lo económico, de la pradera y del trabajo rural, es francamente limitadora en cuanto a visión de futuro. No hay que olvidar que es la visión de futuro lo que guía a un pueblo para seguir adelante, la que lo lleva a elegir una dirección de marcha y de aplicación del esfuerzo y descartar otras.

La noción de ventaja comparativa -que antes se utilizaba mucho y ahora no tanto- apunta hacia una constatación demasiado razonable como para ser descartada. Sin negar la intrepidez y la obstinación con que algunos pueblos han acometido con éxito emprendimientos imposibles (como los holandeses ganándole tierra al mar), es evidente que las condiciones físicas ofrecen ventajas y desventajas. El tipo de suelo, más el clima, más el sistema hidrográfico proporcionan una invitación natural a la cría del ganado: el Uruguay tiene allí una clara ventaja comparativa.

Pero siguiendo los mismos parámetros de razonamiento, mirando el mismo mapa geográfico deberíamos ampliar la visión respecto a otras bases naturales ventajosas que se nos ofrecen para labrar nuestra prosperidad económica. El Uruguay está físicamente situado en un lugar de privilegio, en la salida de un sistema fluvial enorme que abarca el corazón de la mitad sur del continente, y tiene los mejores puertos naturales de la región. Ya hoy los puertos de Montevideo y Nueva Palmira no son puertos para el tráfico del país sino que son puertos de servicios para terceros. El mayor volumen de cargas en ambos casos es la carga en tránsito.

El Uruguay de a caballo debe abrirse a la realidad geográfica integral que lo muestra ubicado en la mejor encrucijada comercial del sur del continente. En el mundo globalizado de hoy las distancias han desaparecido, no complican, todo y todos están en todos lados. Pero hay ciertos lugares de privilegio, insubstituibles aún en este contexto globalizado, que son los nudos, los cruces de caminos, los sistemas de confluencia y redistribución. El Uruguay está en uno de esos lugares.

En el mundo globalizado la logística es tan importante como la informática. Para la informática basta tener buena cabeza: todo se aprende. Pero para la logística, además de educación y preparación, hace falta estar en el lugar adecuado: y eso no hay dinero con qué comprarlo ni educación con qué substituirlo.

Nuestro país puede llegar fácilmente a ser un polo de comercio y de servicios marítimos para una enorme región de millones de habitantes. Pero hace falta abrir la cabeza; un pueblo llega a ser aquello que se imagina que puede ser. Sin abandonar el imaginario colectivo vinculado a la pradera y al campo debemos incluir el imaginario vinculado al puerto, al río y al mar; ambos tienen el mismo tipo de apoyo en una base física naturalmente apta, privilegiada y explotable con ventajas.

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