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Cuarto menguante

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Sendos politólogos de primera línea -A. Garcé, L. E. González y Bottinelli- fueron desafiados con la pregunta: ¿podrá ganar el Frente Amplio la próxima elección? La pregunta es seria, incisiva, pero como veremos más adelante, se desvía de lo principal. Los consultados contestaron, con gran cautela y como caminando sobre huevos, que falta mucho tiempo, que muchas cosas pueden cambiar, pero que sí, que el Frente puede no ganar la próxima elección.

Sendos politólogos de primera línea -A. Garcé, L. E. González y Bottinelli- fueron desafiados con la pregunta: ¿podrá ganar el Frente Amplio la próxima elección? La pregunta es seria, incisiva, pero como veremos más adelante, se desvía de lo principal. Los consultados contestaron, con gran cautela y como caminando sobre huevos, que falta mucho tiempo, que muchas cosas pueden cambiar, pero que sí, que el Frente puede no ganar la próxima elección.

La pregunta es reveladora: muy poco tiempo atrás era implanteable, era una pregunta directamente estúpida. Que haya sido formulada y que los politólogos le hayan dado entidad como para pensarla y responderla (más allá de lo que fueron sus respuestas) revela que se ha producido un cambio sustancial en el Uruguay. Enorme cambio.

Plantear el asunto en términos electorales conduce la reflexión al terreno secundario y frágil de los pronósticos; la pólvora de la pregunta no remite al año 2019: es de hoy. Refiere a hechos actuales: quiere decir ni más ni menos que el Frente Amplio entró en una fase de cuarto menguante. La fuerza política más numerosa, nacida en el Uruguay de los años setenta y de sostenido crecimiento hasta hace poco, en el decurso del gobierno de Mujica niveló, perdió vigor, entró en otra tendencia, a tal punto que la pregunta a los politólogos hoy tiene lugar.

El Frente Amplio nació como renovación, desde su fundación fue creciendo electoralmente en cada elección y fue colonizando culturalmente con gran eficacia al Uruguay. Resolvía sus incoherencias con habilidad, era creativo, seguro de sí mismo y convocante. Ahora parece un partido saciado, da la sensación de haber llegado a donde quería y que ya no tiene metas ni inquietudes ulteriores. Se muestra visiblemente agobiado por la rutina de gobernar y no tiene ánimo ni músculo para encarar sea la reforma del estado o de la educación, educación, educación. Le queda la energía de la inquina contra sus enemigos y contra los que lo han desafiado, por eso, por ejemplo, estrangula presupuestalmente al Poder Judicial.

El Frente Amplio de hoy no tiene fuerza para aplicar su propia fuerza: tiene mayoría propia en el Parlamento, tiene dominio sobre el imaginario colectivo, pero no sabe qué hacer con todo eso: consume su tiempo explicando sus propios tropiezos (calificados como chambonadas) o echándose mutuamente las culpas. El Frente Amplio post Mujica es el fin del camino del Frente Amplio de Seregni.

Los menguantes de la luna tienen una duración conocida y previsible: no así los menguantes políticos. Pueden llegar a ser muy largos. (La decadencia de España duró desde unos años después de la muerte de Felipe II hasta unos años antes de la muerte de Franco). Los menguantes siempre son peleados: la agonía literalmente es eso, una lucha a muerte. En el curso del menguante incluso se puede ganar una elección más, pero la derrota está en el alma. Por eso la pregunta hecha en términos electorales derrapa y no ve lo principal. Lo principal es de hoy, ya es un dato histórico. Si la fase menguante del Frente Amplio llegara a perdurar muchos años el futuro predecible del Uruguay sería bastante oscuro: de poca vitalidad, mezquino y cruel (como son los viejos desamorados). Breve o prolongado, no lo sabemos, pero el dato importante es que el menguante está instalado y su tiempo, poco mucho, corre.

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Juan Martín Posadas

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