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Construir nación

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juan martín posadas
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En los períodos de campaña electoral los diversos candidatos ofrecen a la ciudadanía propuestas y planes.

Unos más otros menos, unos con más estudio y cuidado, otros con improvisación y generalidades, todos los candidatos de todos los partidos presentan al país planes y propuestas sobre economía, seguridad pública, salud, educación y demás. Se trata de asuntos o cuestiones significativas para el bienestar y el progreso del Uruguay. Dicho de otro modo, son cosas que ellos proponen hacer en el Uruguay si son electos. Falta -creo- que nos digan su propósito de hacer el Uruguay.

Hacer una nación es tarea principal. Entender que la nación no está hecha del todo y para siempre y que en el caso concreto del Uruguay de hoy existe un desacomodo y un abandono que requieren atención. Hacer una nación -mantenerla viva y vigorosa- no es la suma de todas las otras tareas y programas que habitualmente contienen las plataformas de los candidatos (salud, educación, vivienda, etc.). Hacer una nación es una tarea específica; debería ser además un compromiso a ser explicitado en cada campaña electoral y en cada período de gobierno.

El Uruguay es hoy un país dividido: los planes de gobierno y las promesas electorales tienen que inscribirse sobre esa superficie rasgada. Lo que cada candidato ofrece es solo buen deseo o pura retórica si no queda patente que haya nacido de un dolor original, de una preocupación anterior a todas las otras, y de una percepción básica de que lo primero con que hay que mostrar compromiso es con la recomposición de un sentido colectivo de país.

Gobernar no es simplemente resolver los problemas de organización, distribución razonable de los recursos y planificación de los actos de gobierno. Gobernar es alimentar un sentido de nación, es ayudar desde el gobierno a que los ciudadanos se vean a sí mismos miembros de una comunidad y que puedan -como dice Rosanvallon- encontrar su lugar en una totalidad visible y legible para cada uno.

Para un país dividido y que no ha entendido del todo las consecuencias de la lógica de enfrentamiento y su legitimación en los años 1970-1980, cualquier proyecto político que no lo tenga en cuenta estará en el aire, será ahistórico. Se hace necesaria una resimbolización de lo que es ser uruguayo (condición que ostentan todos los uruguayos) lo cual implica, entre otras cosas, el esfuerzo continuado de escribir honestamente y sin trampas una historia común, interpretada como el esfuerzo continuado de formar una sociedad libre y de iguales. Y la igualdad no es ni un deseo piadoso ni la victoria final en la lucha de clases: es el resultado de una larga serie de arbitrajes y compromisos recíprocos, ámbitos y procesos, por otra parte, en los cuales el país supo moverse con reconocido éxito en otros tiempos y tiene, por tanto, experiencia de la que puede servirse.

Sin esta conciencia, esta base o este telón de fondo, la mayoría de las propuestas de gobierno que se puedan oír estos días de campaña electoral serán generalidades sin atención por el estado del destinatario a que van dirigidas. El primer compromiso que tiene que quedar claro en el candidato y en su discurso no es ni con la seguridad, el empleo, la educación o… sino con el Uruguay dividido. En una palabra, el compromiso de construir o reconstruir al este del río la República Oriental.

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